Alaska, 26 de enero de 2009,
Por la mañana,
a primera hora, tenía una cita con unos padres que estaban preocupados por la agresividad de su hijo hacía ellos. Un caso que plantea muchos interrogantes. Por eso he empezado como tendría siempre que empezarse: con preguntas. Es hora de preguntar, escuchar y anotar.
Parece que el adolescente funciona bien en el instituto y con los amigos, pero en casa se vuelve una fiera. Sobre todo con su madre. Los padres parecen unas personas muy correctas y no saben a que se debe tanta violencia.
Acabo la entrevista felicitándoles por haber pedido ayuda y les aconsejo que no oculten esta visita a su hijo. Por lo que me han explicado, a él le gustará saber que sus padres quieren encontrar una solución.
El jueves que viene veo a Carlos.
Por la tarde,
dando una vuelta por Internet, leo una entrevista a la psicóloga Judith Rich Harris, la autora del famoso El mito de la educación. Harris sigue manteniendo, doce años después, que las similitudes entre padres e hijos se pueden explicar por la herencia genética y que la influencia de los padres en el comportamiento de sus hijos fuera del hogar, o en su personalidad adulta, es completamente nula.
Harris produce escozor, claro, no sólo entre sus colegas, también entre educadores y, sobre todo, entre padres que no están dispuestos a ser delegados a un papel tan secundario. Harris da una patada a las teorías que defienden que los padres modelan a sus hijos y muestra una cándida ingenuidad, cargada de intención, cuando dice: “Yo pensaba que a las madres les gustaría que les dijeran que no tenían por qué sentirse culpables por los fallos de sus hijos, pero eso implica que tampoco pueden atribuirse sus méritos”.
Pero Harris sigue dando donde más duele: "Siempre hay “expertos” que se ganan la vida aconsejando a los padres, pero los consejos que dan cambian con los años (…)A pesar de los importantes cambios que se han producido recientemente en el papel de los padres, la gente es igual que siempre”
Vaya con la Harris. A ver si lo que dice es verdad y los educadores sociales hemos estado perdiendo el tiempo, y haciéndoselo perder a muchos padres.
Por la noche,
con un vaso de leche caliente y miel, vuelvo a darle vueltas a lo de Harris. Si es así, si Harris tuviera razón, tampoco debería cambiar tanto nuestra intervención, aunque el foco se tendría que dirigir más a las áreas de influencia del adolescente, dada la importancia que la psicóloga da al entorno: la escuela, los recursos del barrio, el grupo, etc. Es decir, dotar de excelencia a los lugares donde el adolescente convive con sus iguales, dado que “su futuro es su propia generación”. Algo que tampoco está tan alejado de las conclusiones de los estudios sobre la resiliencia.
¿Y los padres? :“El trabajo de los padres es darle a sus hijos un hogar seguro y feliz.”. Y tienen un papel fundamental, según la psicóloga, en la selección de los grupos de iguales con lo que se relacionan sus hijos. Las compañías, vaya.
El jueves
que viene veo a Carlos. Hablaremos de sus amigos, del instituto, de sus padres.
La señora Harris tiene muchos y excelentes detractores. De hecho son ellos, y no ella, los que han estado y siguen estando presentes en mi formación. A pesar de todo pensaré en J.R. Harris, aunque sólo sea para no culpabilizar a los padres de todo lo que le pase a su retoño.
Fotografía: Jeffrey Vanhoutte.
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6 comentarios:
Pues yo creo que Harris tiene bastante razón los niños se parecen más a sus amigos que a los padres
Elena
Muy interesante la opinión de Harris. Personalmente me veo mas cercano a la convivencia y confluencia multiteorica: evolutiva, psicoanalitica, crítica/transformadora, cognitiva, genetista....
La influencia que tienen los padres puede ser tan decisoria en la vida de sus vástagos en unos momentos o acciones , como irrisoria en otros.
En la misma proporción, pondría las cargas o responsabilidades del grupo de iguales o generacionales, y en un escalón inferior: escuela, entorno social y al final de la escalera: medios de información.
responsabilidad: La propia persona. ¿Méritos y fracasos? Desde el primero hasta el último de los escalones de la escalera, pasando siempre por el epicentro de la misma: El Sujeto.
Un abrazo Quique. excelente, como casi siempre.
leí ese libro de Harris mientras estaba embarazada de mi hijo, y quedé estupefacta, no me tenía que preocupar de nada, total lo que no le diéramos por genética ya se lo darían los amigos el cole y las novias, porque la conducta de sus padres parecía dar igual... le estuve dando muchas vueltas y con el tiempo voy viendo más fallos a esa teoría... mi hijo -que aún es bastante pequeño- se parece mucho a nosotros en un montón de actitudes, y no creo que todo sea sólo genético... yo misma tengo muchas cosas influenciadas por mi madre, y no es mi madre biológica ergo no es genética... como siempre, ni blanco ni negro, ni toda la culpa es nuestra cuando lo hagan mal ni todo el mérito es nuestro cuando lo hagan bien, pero lo que les digamos en casa, lo que hagamos en casa, lo que vean en casa, estoy convencida de que determina muchas de sus actitudes/opciones/elecciones... la Harris para lo que sí sirve es para no sentirte con un peso horroroso de responsabilidad porque tu hijo sea tu propia plastelina, gracias a dios que hay entorno escuela amigos y demás, sino qué aburrimiento y qué vertigo...
Estoy de acuerdo con Mnuela aunque me parece superimportante que los educadores nos atrevamos a leer cosas científicas y otros puntos de vista alejados (o complementarios) de las ciencias sociales
Quique
agradezco tu enlace, pero creo que Harris tiene críticos a sus propuestas mucho más importantes que yo. Por ejemplo, en el artículo que cito abajo, algunos de los psicológos más importantes en el área de la socialización familiar rebaten con contundencia algunos de los argumentos de Harris.
Collins W A; Maccoby E E; Steinberg L; Hetherington E M; Bornstein M H (2000). Contemporary research on parenting. The case for nature and nurture.
The American psychologist 2000;55(2):218-32.
Un saludo
Ni mucho que te quemes...ni poco que te hieles....
Lo correcto es que todo influye en los hijos. No las palabras, sino las acciones. La escuela, los amigos, y por supuesto la familia, padres, abuelos, primos...además de la genética. Así como hay gente alegre, la hay depresiva, agresiva, cariñosa...etc.
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