miércoles, 11 de agosto de 2010

CUADERNO DE VERANO (10)












Aguanto como puedo en la civilización, aunque hace tiempo, unos seis o siete años, que noto como me están saliéndo las branquias por el costado. Pero unos días con mis sobrinas, de quince y diez años, y el libro Los bárbaros , de Alessandro Baricco, me han bastado para comprobar que en ellas la mutación ya es completa e irreversible. Ellos y ellas son ya muchos más que nosotros los civilizados. Nos invaden, y van a ganar.

Frente a nuestra civilización en vertical, esa que requería ir hasta el fondo de un tema para aprehenderlo, están ganando los mutantes, que se mueven en horizontal, sobre la superficie de infinitos temas, saltando nerviosamente de uno a otro. Los mutantes han cambiado el valor de las cosas, que sólo entienden en función de su interconexión con otras. Frente a la lentitud y el esfuerzo casi monacal de la civilización que yo todavía viví, los bárbaros surfean nerviosamente por la superficie de un mundo capitaneado por Google.

Es cierto que a veces los bárbaros toman por genios a cualquier estúpido que es aclamado en la red, pero también lo es que a los civilizados nos cuesta comprender a sus tótems. Nuestras branquias son demasiado rudimentarias. Nuestros pulmones están hechos para otros mundos y nos falta el aire cuando entramos temerosos en sus aldeas. Intentamos navegar sobre sus olas, como hacen ellos, pero nos hundimos a cada paso. Volvemos a las profundidades, porque no es tan fácil como nos parecía surfear sobre la superficie de las olas. Quejosos y lentos, criticamos su nerviosismo y su falta de aburrimiento. Nos cuesta entender su música, sus drogas, su manera de aprender, de jugar, de comer. Sus prisas.
Necesario recordar entonces, antes de levantar una muralla entre ellos y nosotros, la lección de Beethoven, al que la civilización de su tiempo le despreció su novena, por bárbaro, y que tomamos ahora, irónicamente, como paradigma exquisito de nuestra civilización.

Epílogo: Mis sobrinas, entre navegación y navegación, leen un libro de aquellos antiguos, hecho de papel y de letras. Curiosean torpemente por los vestigios de la civilización. Mutantes como son, les hacen gracia nuestras ruinas. Si les gusta, y parece que sí, no tardarán en incorporarlo a sus aldeas, devoradores, irreverentes, con sus links, su realidad mejorada, sus 3d y su virtuosismo. En los bárbaros todo es fusión y sincretismo. Siempre fue así.


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