jueves, 20 de junio de 2013

¿TIEMPOS SOLIDOS?




Alaska, 20 de junio de 2013,

Supongamos que El Sistema existe. No como ese ente que describía hace poco Manuel Cruz, en El País, formado por anonymous que mueven los hilos del mundo, conspiración a la que se apuntan mis queridos amigos más alternativos (eso dicen ellos) o más antisistema (eso dicen otros de ellos). No. El Sistema sin careta, formado por todos y cada uno de nosotros. Un Sistema que, respecto a la macroeconomia, se mueve en la dirección de los que tienen capacidad de decisión y poder: políticos, bancos, multinacionales, lobbys, medios de comunicación, consumidores, personas con influencia o dinero, o las dos cosas, etc. Todo ello identificable, compuesto por personas con nombres y apellidos. 

Ese Sistema, en Occidente, es caótico, como corresponde a esa amalgama de poderes, a esa heterogeneidad de personas y democracias. Capaz de lo mejor y de lo peor. En Europa, sin ir más lejos, ha propiciado que se vivan unos años de prosperidad, bienestar y paz, envidiados en todo el mundo. También ha propiciado una crisis económica cuya respuesta política es decepcionante y genera día a día más euroescepticismo. El Sistema puede generar riqueza pero también desigualdades. A veces las corrige, a menudo las aumenta. Se levanta próspero un día y al otro cae como un dinosaurio malherido, miserable, cruel y torpe. 

Claro que El Sistema no es igual de torpe en todas partes. En España en general y en Cataluña en particular tenemos motivos para estar muy cabreados con él. Los periodistas hablan de desafección hacía la política como si fuera un mantra (desafección es ahora al periodismo lo que empoderamiento   a lo nuestro, palabras moda que se vuelven añejas de tanto usarlas). Hombre, yo desafección no, oiga, lo que si que estoy es enfadado ante tanto político corrupto e inútil. Tanto despilfarro (aplaudido a veces por el pueblo, no lo olvidemos). Tanto enchufismo y tanto chulo. Tanto banquero irresponsable que después de haberle sacado los cuartos al personal corre lloriqueando a papá Estado. Tanto economista que dice que si trabajamos en las mismas condiciones que en la India o la China todo irá bien. Hijo puta. 

Creo que los profesionales públicos estamos en una encrucijada. Dentro del Sistema, como todo el mundo, pero con un plus de responsabilidad mayor. Formamos parte de su engranaje. Tenemos una responsabilidad ineludible: denunciar sus incoherencias e injusticias. No es permisible que el Sistema deje a su suerte a las personas en el peor momento de sus vidas. No si creemos todavía en un Estado del Bienestar, en un proyecto social. No es justo que un banco quiera desahuciar a una persona a la que hizo firmar clausulas abusivas o que lo quiera ahogar, ya sin casa, con una deuda de por vida. No es admisible que un solo niño en nuestro país pase hambre o coma mal, o que le falten los libros por falta de ingresos de los padres. No. 
 En Cataluña, por concretar todavía más, El Sistema se comportó vergonzosamente en el asunto de la RMI hace dos años maltratando a las personas más vulnerables. Ahora va eliminando paulatinamente ayudas como las becas de libros o las becas para las guarderías, así, como quien no quiere la cosa, sin anunciarlo y sin dar la cara.  Practicando la política de los hechos consumados. Hay que decirlo. 

 Pero, señores, nuestra encrucijada no acaba ahí. Porque el profesional de lo público, concretamente  de los servicios sociales, además de verle los agujeros al Sistema también atiende al individuo. Y entonces la división entre buenos y malos, entre víctimas y verdugos ya no es tan fácil, a no ser que uno quiera instalarse en el maniqueismo y la demagogia. Nos movemos de lo macro a lo micro y eso genera contradicciones. Día  tras día vamos tratando con los estragos de la crisis: adultos en paro desepesperados, familias a punto de estallar, jóvenes sin trabajo, sin poder pagarse los estudios o sin perspectivas. Ciudadanos que han pagado sus impuestos toda la vida y que descubren que, ahora que lo necesitan, hay muy poco que ofrecerles. Pero el tipo de cosas con las que lidiamos también tienen que ver a veces con alguien que decide tener un cuarto hijo cuando no tiene para alimentar a los otros tres. O alguien que rechaza un trabajo porque prefiere seguir cobrando una ayuda pública, o alguien que no lleva a sus niños a la escuela porque no le da la gana. ¿En esos casos la responsabilidad es del individuo o del Sistema? ¿O las dos cosas? 

Interesantes  equilibrios los del profesional de lo social en la crisis. Por un lado, una cita que le exige valentía: denunciar las incoherencias, ser portavoz de los más vulnerables, luchar incansable por la justicia social, exigiéndole al Sistema que compense sus desaguisados. Todo ello consiguiendo que  El Sistema no le despida. 
Por el otro, apelando a la responsabilidad del individuo en sus actos y sus decisiones. Su trabajo educativo de siempre, vaya. Todo ello sin que lo acusen de ser cómplice del Sistema o sin que sea el individuo el que lo “despida” a él. 

La dificultad de construir tiempos sólidos. 




 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente reflexión Sera, como siempre.
Parece que en estos tiempos nadie tenga culpa de nada ni sea responsable de nada es bueno también pensar en la responsabilidad de cada uno en lo que le pasa.

Besos.

C.

Rosa Chover dijo...

cierto, Sera, le echamos la culpa al Estado de todo y así nos quitamos la nuestra de encima... difícil tarea la vuestra... saludos!