Esta mañana he visto a Julia. Estaba haciendo algún trámite en el ayuntamiento y nos hemos saludado. Estaba muy guapa. Los ojos pintados, chaqueta negra de cuero.
Con él también queremos hablar, aunque no ha venido a ninguna de nuestras citaciones. Su drama también tiene límites: Uno lo marca la ley, el otro sólo puede ponerlo él, pidiendo ayuda.
"La semana que viene vengo a hablar con vosotros"
Hace unos meses todos los servicios se movilizaron para ofrecerle un recurso adecuado. Había tenido otra de sus broncas con su marido y este le había dado un bofetón.
Ella le denunció y se separó. No pidió una orden de protección ni tampoco se la pusieron. Su marido no la buscó por las esquinas. Él es tan consciente como ella del problema de dependencia que está acabando con los dos.
Ha pasado el tiempo y se han reconciliado otra vez. Ahora están viviendo una enésima luna de miel que será, seguramente, efímera.
Él es una persona educada, muy bien situado profesionalmente. Cuando se enzarzan él y ella en una escalada de descalificaciones, por los motivos más absurdos, no se controla y le pega. Pasado un tiempo, se avergüenza y le pide perdón.
A Julia sus amigas, los profesores de sus hijos, todo el mundo le dice, obviamente, que se tiene que separar. Pero ella, mientras más se lo dicen, más resistencias ofrece.
Si algo aprendes en este oficio es que la gente, más a menudo de lo que nos pensamos, hace todo lo contrario de lo que le conviene. Y de que las personas no cambian por el sólo hecho de que se lo digamos.
-Julia, te comprendo, ahora no puedes...pero tú ya sabes lo que tienes que hacer, sabes que tenemos una psicóloga que puede ayudarte, sabes que deberás tomar una decisión y que, cuando estés preparada, la tomarás. Estamos seguros de que lo harás y nosotros estaremos ahí. Es posible que ahora no estés preparada, pero nadie podrá hacerlo por ti. Nadie. Si, él quizás cambie alguna vez, no es que lo dude, es que eso no está en tus manos.
Con él también queremos hablar, aunque no ha venido a ninguna de nuestras citaciones. Su drama también tiene límites: Uno lo marca la ley, el otro sólo puede ponerlo él, pidiendo ayuda.
Detrás de las etiquetas y las generalizaciones (violencia de género, doméstica, sexista, machista) hay dramas con nombres y apellidos que están lejos de tópicos, no entienden de clases sociales y requieren un abordaje individualizado. No podemos seguir utilizando la explicación reduccionista del machismo, cuando sabemos que las tasas más altas de violencia de este tipo se dan en países europeos con unas políticas de igualdad sin parangón.
En los casos de asesinato de una mujer a manos de su marido, el periodismo reduce a las víctimas a una puro dato más, en vez de explicar el drama caso por caso: es decir, lo que hay detrás de cada asesinato, las responsabilidades personales e institucionales, el fracaso de la policía y la justicia en la protección a una persona amenazada, etc.
Antes la prensa se despachaba con aquel concepto abominable llamado "crimen pasional" y ahora lo hace con la etiqueta de "violencia doméstica" y se evita más explicaciones. Hemos mejorado, sin duda, pero antes como ahora la víctima sigue muriendo dos veces, a manos de su asesino y de la estadística.
5 comentarios:
ya ves, hasta ke no la matan no les pasa nada.un par de años en la carcel y a vivir la vida. a cada uno de esos les daba kada ostia ke les han dao a su mujer, a ver ke les parece.
Estas historias vividas en primera persona, con nombres y apellidos de maltratada y maltratador, son muy diferentes a como lo cuenta la tele.
Me gustaría saber qué pasa en la mente de una mujer para que "perdone" y vuelva con el que la está maltratando y humillando.
Lo terrible parece ser es que nadie puede hacer nada.
Y lo más terrible es que en el caso de mujeres que sí se separan y denuncian y demás, a veces, tampoco nadie puede evitar lo peor.
Saludos.
Cristina:
Es fácil.
Aman.
Perdonan, en muchos casos, porque aman a esos hombres y pese al maltrato... su razón no es capaz de discriminar. Creen o quieren creer en las palabras (arrepentidas del después) de sus parejas. Se obstinan -juraría que de una manera involuntaria subconsciente, casi- en seguir viendo lo bueno, lo anterior al maltrato.
El ser humano tiene una capacidad de aguante, de sufrimientos, impresionante. Somos supervivientes natos. Asimilamos, nos acostumbramos, resistimos aún en las peores condiciones... hasta que el cuerpo aguante.
Y no estoy hablando, ahora y en lo que he dicho arriba, de mujeres incapacitadas o sin los recursos necesarios para salir corriendo; he hablado de la generalidad. Y de los inicios o primeras etapas del maltrato.
Las matan, las maltratan... por el amor que ellas son incapaces de no sentir por ellos. Coadicción.
Pues sí, hay tantas historias como personas. Malostratos mutuos, dependencias, personas inseguras, antecedentes familiares, etc, etc.
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