martes, 14 de octubre de 2008

BARES

Hoy es uno de esos días en que no tengo tiempo de hacer un parón para desayunar y acabo comiendo cualquier cosa a la carrera, con un bocata desperdigado en el cajón.
Lo confieso, uno de los placeres del día son los veinte minutos en el bar, sobre las diez, desayunando solo, o con Teresiña, o con alguna administrativa que nos acompaña.

Me gustan los bares. Junto con las librerías son los verdaderos centros cívicos privados de la ciudad.
Nunca viviría en un pueblo o en una ciudad que no tuviese un par de bares con un mínimo de personalidad. Me resultarían lugares hostiles. ¿Dónde se meten los jóvenes? ¿Dónde desayunan los currantes? ¿Dónde se queda con el amigo? ¿Dónde se cuchichea?
Incluyo en el concepto "bar" una amplia gama de ellos; cafeterías con encanto, bares de batalla pero con buenas tapas, granjas con una buena repostería, bares con glamour, bares sin glamour pero con un menú decente y barato, bares llenos de gente, bares solitarios pero amables, etc. En fin, un bar.

Los bares sin personalidad, que no llegan si quiera a la categoría de garitos, son esos sin gracia ninguna, que no se distinguen ni por la decoración, ni por el trato, ni por las viandas, ni por la gracia del camarero, ni por nada de nada. Bares donde la cerveza está caliente y las mesas grasientas. Bares donde no hay ni un triste periódico para los bebedores solitarios. Bares donde el camarero te perdona la vida al entrar.

El bar "Alaska", donde Teresiña y yo desayunamos, tiene su encanto. Es de madera. No es de diseño, pero tiene una uniformidad que se agradece. Los bocatas son muy buenos y el café con leche sabe a café con leche, que es lo mínimo que se le puede pedir al susodicho. Tiene mesas de dos (ideal cuando uno va solo, porque cabe un periódico desplegado y su bocata y vaso respectivos), y mesas de cuatro, con separadores de madera, que crean una cierta intimidad que a mí, no sé porqué, me recuerda a un vagón de un tren antiguo.
Algunos días, depende del guisado que estén preparando, desprende cierto olor a fritanga. Nada que un buen chorro de Febreze Classic sobre la ropa no pueda solucionar.
Tiene fotos y recortes de prensa por las paredes, incluido el póster-calendario del desnudo artístico de una señorita ( una tía buena, que se decía en mis tiempos) que va cambiando cada mes. Estos detalles son indicadores de que al dueño le preocupa el aspecto de su bar y se esfuerza en darle su "toque" personal, independientemente de que se comparta o no su gusto.

Y por último los dueños, un matrimonio de mediana edad y un par de camareras muy agradables. Te reconocen, te saludan, te traen el café como a ti te gusta. Lo mínimo que se puede pedir a un bar al que acudes todos los días durante meses.

En fin, que los veinte minutos son un oasis. La mayoría de los que coincidimos allí a esta hora; paletas, transportistas, funcionarios, policías, madres con bebés, parados, etc. lo hacemos como en una comunión. Con la certeza de que nos hemos ganado ese oasis de placidez, ese paréntesis donde la vida se para unos instantes, sin perder intensidad. Te sientas, pides, te sirven, te relajas, disfrutas de la charla improvisada, del placer del café o la cerveza.
La vida es eterna en veinte minutos, como cantaba Victor Jara.
¿O eran cinco?
Yo creo que el desayuno en el bar debería ponerse en la lista de cosas que previenen el burn-out.

Alaska, 15 de octubre de 2008

Pintura: Edward Hopper

25 comentarios:

Meiga en Alaska dijo...

Uy, mal lo ibas a pasar tú por la Alaska de acá :)

Oye y si me pides un croissant a la plancha con un descafeinado y me lo mandas porfaaaaaa... mientras me llegue pa dentro de 10 horas que me estaré levantando... eso sí, que lo manden bien aislado que aquí ya arrecia el pelete y si no me llega frío!

Besos

CASIOPEA dijo...

¿Y esos bares en los que a través de sus ventanas puedes ver la vida pasar refugiado en un café?

BUEN DIA....

Quique dijo...

Pues venga, marchando, aunque sea un croissant virtual....

Quique dijo...

Buenos días casiopea. Sí, esos bares...

Anónimo dijo...

Los oasis de nuestra vida, com tu bien dices, no necesitan de grandes cosas. Un café. Una sonrisa. Una palabra.

Yo tengo varios oasis preferidos, entre ellos "El Automático" en Lavapiés.

Muaks mañaneros

Lara tiene alas

Anónimo dijo...

Yo añadiría a mi ciudad ideal, además de librerías y bares, tiendas de discos.

Y a las modalidades de bares que citas (las cuales suscribo) añadiría también, y pecando de pesado, los bares que destacan por su buena selección musical.

Saludos y lo dicho... A las Barricadas!!

dani-elornitorrinco dijo...

Nosotros (mis amigos y yo) tenemos un nombre para los bares de los que hablas, los llamamos: "grasibares", y a veces, cuando no hay más remedio recurrimos a ellos para pasar el tránsito del domingo.
Ese momento especial, lo encuentro yo en el café Nuncio, de Madrid, todos los sábados después de cenar, justo antes de meternos en la discoteca de turno a ver si esta vez... hay suerte ;-)

Anónimo dijo...

A mí también me gustan muchos los bares. Lo que pasa es que no acabo de encontrar el adecuado...

Con los de la facultad vamos al Cafetarivm, que además le va muy bien el nombre para ser filólogos.

Quique dijo...

Bar-ricadas, jajjaj. Muy bueno

irene dijo...

me stoy tomando un te y has conseguido que pareciera estab ese bar q nos cuentas...seras quien creo q eres???

Anónimo dijo...

No se que escritor dijo una vez, que al él solo le interesaban de los lugares que visitaba, tres sitios o rincones: Los Templos, los Mercados y los Burdeles.

Ponganle 4. Y si no lo ven claro, hagan como mi abuela cuando va al "alcoholista".

Un saludo

Anónimo dijo...

Esos veinte minutos son uno de los mejores momentos del día, porque además de aislarme en ese oasis, lo hago siempre acompañada de un libro, otro de gran placer.

Filoabpuerto dijo...

Desde luego que ese paréntesis es toda una gozada y más si esa paradita la hacemos en un bar de ese tipo que explicas.

En esos momentos, ellos son los que nos escuchan y nosotros los que desahogamos algo nuestras "neuras" del día, colgamos nuestro rol de "educador" "profe" o lo que seamos y nos aligeramos algo, al tiempo que los que nos atienden en el barito, desarrollan esa función de la que nosotros descansamos

Mucho "escuchador social" hay en esos atentos camareros/as que nos dedican una sonrisa y un café.

Saludos

Merce

Txoni3 dijo...

Hay un libro que refleja esos lugares donde la diversidad se encuentra como en casa y todo es posible: "El bar de Bailey" muy recomendable, tu post Quique me ha hecho recordar esa novela de Gloria Naylor que me hizo disfrutar tanto. !Que tengais un buen dia y un buen café!

Anónimo dijo...

He encontrado tu rincón de casualidad y me han dado ganas de quedarme... es... acogedor.
Me gustan los bares, me gusta observar.
Bonito descubrimiento...

Anónimo dijo...

En mi bar te hacen unos cortados que pueden cortarte la digestión si no estas crecidito en él. Hay más bares en el pueblo pero continuo visitando a este porque es MI BAR, mi camarero y por si fuera poco, es la pàgina web del noticiario del pueblo (si algo pasa o está pasando acercate a tomar un café, la información es gratis).

Ginebra dijo...

Sí, por eso me jode mucho cuando alguien dice "ay, espera, espera, si vas a tomar café me voy contigo". Que no! que a mirar voy yo sola.

Anónimo dijo...

hola, por fin me animo a saludarte. soy educadora social en un ayto.me identifico con tus vivencias, sobre todo las del comienzo: mi primer día de trabajo fué parecido al tuyo, mis amigos (de otras profesiones,intento no juntarme demasiado con gente de la profesión,se alimentan obsesiones, ya me dirás que piensas)no se creian que mi despacho era: el cuarto de la limpieza!!
lo juro,es real
un abrazo
VIOLETA

CRISTINA dijo...

Imprescindibles, los bares. Para tomar algo, para hablar, para estar, para quedar, para conocer a la gente...
Cuando viajo por ahí, una de las cosas que más te enseña de dónde estás y cómo es la gente son los bares (además del metro, por ejemplo, o los mercados). En cada lugar del mundo, los bares que haya o que no, cómo estén decorados, lo que den de beber o de comer, sus horarios, su música o su tele, los camareros o los dueños, todo dice mucho de dónde estás.

¡¡Y preciosa la obra de Hopper!!

Anónimo dijo...

Que grandes los bares!!! Pedir que el café con leche sepa a eso a veces ya resulta dificil en algún bar. Ahora, una vez y no más, ya no repites.
Un saludo

Anónimo dijo...

http://trescourt.com/?page=fr_film&id_rubrique=507

Marian Ch dijo...

Muchas coincidencias "educador", Quique, no sé: Hopper, "bares qué lugares",...Me gusta visitarte aunque nunca he puesto nada por aquí.
Para mí siempre han sido un refugio, un lugar de encuentro o de estar en casa cuando estás lejos. En cada viaje, en cada ciudad donde he vivido he buscado mis cafés o mis garitos. Tembién me encantan los mercados (qué se come, el bullicio, como se habla, quien va y viene...).
Hace un par de años, en una de mis periódicas visitas a Salamanca sufrí un desgarro en el corazón cuando vi que tan sólo quedaba la fachada de "La iguana".Hoy ya no existe mas que en el recuerdo de un@s estudiantes. Y así tantos y tantos recuerdos.

Anónimo dijo...

Los mejores son esos en los que te refugias los días de fiesta y lluvia, sin prisas, junto a una taza humeante, un libro o buena conversación..

Anónimo dijo...

...y si puede ser, como ya han dicho por akí, con un gran ventanal tras el que refugiarse..

Quique dijo...

Saludosa a todos y gracias.
Violeta, por lo menos será un despacho limpio. Jajaja. Vaya verguenza.