martes, 8 de enero de 2013

¿DIAGNOSTICAMOS O INVENTAMOS?





Alaska, 8 de enero de 2013, 

A principios de los 70, David Rosenhan, profesor de psicología de Stanford, intentó demostrar que los psiquiatras no eran capaces de diferenciar  un cuerdo de un demente. Para llegar a esa conclusión él, y ocho amigos suyos, intentaron ser internados en diferentes instituciones mentales, con una sola premisa: lo único que se inventarían en la entrevista de ingreso era que oían una voz que decía algo así como “zas” (thud). Pero a partir de su ingreso en la institución se comportarían con absoluta normalidad y dirían inmediatamente que habían dejado de oír esa voz. 
El resultado fue contundente: todos los hospitales psiquiátricos ingresaron y tuvieron un tiempo prolongado a las nueve personas. Todos los pacientes, excepto uno, fueron diagnosticados de esquizofrenia, basándose en una única prueba: “zas”. Ningún hospital se dio cuenta de que estaba siendo objeto de un experimento. Una broma experimental. 

Lo más impactante para mí, cuando he sabido de Rosenhan(*), no es tanto el ingreso en el hospital de los nueve supuestos enfermos. Es cierto que ridiculizaba en cierta manera los protocolos de ingreso en las instituciones, que se hicieron más rigurosos a partir de su experimento. También mostraba la facilidad para ser etiquetado con alguna enfermedad mental. Pero no creo que demostrara al cien por cien que los psiquiatras no supieran hacer su trabajo. Al fin y al cabo, como señalan algunos de sus críticos, los psiquiatras esperan que las personas que vienen a verlos sean sinceros respecto a sus síntomas y que no se inventen que oyen voces o chasquidos. Lo que si me ha impresionado, digo, es como los psiquiatras interpretaban el pasado de Rosenhan y sus ocho compinches en base al diagnóstico de esquizofrenia que ellos mismos habían sugerido. En sus informes se leían cosas como “Este hombre blanco de 39 años de edad (...) manifiesta un largo historial de ambivalencia considerable en las relaciones íntimas (...)falta de estabilidad afectiva (...) y, aunque afirma que tiene varios buenos amigos, se aprecia una ambivalencia considerable en dichas relaciones”, etc, etc. No hay que olvidar que, sin contar el “zas” de la entrevista de ingreso, Rosenhan y sus amigos se comportaban con completa normalidad y no inventaron nada sobre sus biografías. Estaba claro que el pasado de estas personas se reinterpretaba según el diagnóstico de enfermedad mental. 

 En alguna ocasión he fantaseado con hacer una versión del experimento de Rosenhan en alguna sesión de supervisión de nuestro equipo. Inventar un problema, de maltrato o de absentismo escolar, por ejemplo. Y luego asociar ese caso a un genograma, una historia familiar, lo más convencional posible, de algún amigo que se prestara al juego. Naturalmente no lo haré, pero apuesto mi fortuna, incluido mi yate, a que acabaríamos encontrando algunas conexiones, causalidades o asociaciones entre el problema y la historia familiar. Quizás me equivoque, pero creo que acabaríamos atando algunos cabos. No sé si eso demostraría alguna cosa. Igual que el experimento de Rosenhan, no creo que una cosa así cuestionara de forma tajante nuestro saber sobre las causalidades, sobre los casos que se repiten, los estudios, los indicadores, las estadísticas, etc.
Tal vez, más que sobre los datos que manejamos, nos diría algo acerca de nosotros. De cómo buscamos desesperadamente una explicación , un por qué, a cosas y casos demasiado complejos. O de como nos cuesta decir, simple y llano: no lo sé, o no puede saberse. De como es el comportamiento humano de inaprensible.

Pero estoy especulando. Por si acaso, la próxima vez que observe un genograma, pensaré en el gamberro de Rosenhan y sus secuaces.

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Teatro por partida doble en la Sala Almazen: 





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(*) He conocido el experimento leyendo el estupendo libro de Lauren Slater: Cuerdos entre locos. 

4 comentarios:

alba dijo...

Me gustan sus posts, Sera. Esa bisagra que une el antes, el ahora y orienta el después de las familias desde la intervención creo que se tiene que engrasar a menudo (quiero decir cuestionarnos cosas,claro) y evitar caer en las causalidades fáciles & casualidades de la vida, las intuiciones nada rigurosas o el photo finish (gran genograma)...visionario y premonitorio muchas veces... esos dibujitos geométricos que levantan pasiones no pueden determinar comportamientos por lo resbaladizos que somos los humanos y a menudo dificiles de comprender …Quien dijo fácil? ah! no pienso apostar nada con Ud. en relación al experimento fantasioso que se plantea, jaja, perdería seguro!un abrazo!

nil dijo...

Los buenos jacker, ayudan a mejorar, sin duda. Estoi deacuerdo, no es lo mismo lo que parece, que lo que es. I solo podemos trabajar con lo que parece (lo que le parece al observador, al educador,..)es bueno recordar-lo.

Rosa Chover dijo...

buenísimo análisis, Sera, jah, yo cuando entré a trabajar en Garrigues-Andersen tuve que rellenar un formulario de los Arthur Andersen de entonces en que te preguntaban, tope americano, si bebías más de una copa al día, si fumabas, y si escuchabas voces interiores... yo me quedé pensando la de veces que hablo con mi 'yo interior' que es como una voz, y tan tranquila puse que SÍ las escuchaba, creo que ahí me traicionó el subconsciente porque algo en mí no quería que me admitieran a trabajar en esa 'mina' pero mira tú el caso que hacían a los tests que me admitieron sin chistar ni preguntarme nada al respecto, en mi cv allí debe figurar aún ese formulario -salvo que los destruyan claro- del año 97 en que se les 'coló' una supuesta esquizofrénica jajaja! me echaron en menos de un año, pero eso nada tuvo que ver con mi 'voz interior' sino con mi falta de compromiso con 'La Firma' como les gustaba autodenominarse en plan peli de Tom Cruise...

Berta Fernández-Viña Fernández dijo...

Buen post