viernes, 20 de febrero de 2015

EL JOVEN CEREBRO ADOLESCENTE (1)


 Cerámica de Patossa. 

Alaska, 19 de febrero de 2015,

“Esperamos un poco más de los adolescentes de lo que deberíamos, teniendo en cuenta en qué etapa está su cerebroFrances E Jensen.

"A los 11 años podía decir: "soy sodio" (elemento  11), y cuando tuve 79 años, fui oro". Oliver Sacks.

Estábamos educadores y trabajadores sociales en supervisión, diciendo algo así como que los institutos y las escuelas se habían vuelto locos derivando chavales a mansalva. Chavales cabreados, malhablados, violentos, absentistas, vagos, despistados. Yo, que a veces soy más chulo que un ocho, comenté que eso me parecía un éxito. No que hubiera tanto adolescente apajarado, sino que nos derivaran casos. Eso quiere decir que confían en tu trabajo y te necesitan. Te permite situarte como conocedor del tema, tomar decisiones y que no te digan lo que tienes o no tienes que hacer, motivo de queja secular de los educadores sociales, pobrecicos.

La cuestión es que por los mismos dias había leído un artículo sobre Frances E Jensen, neuróloga de la Universidad de Pensilvania y autora de The Teenage Brain, una investigación  sobre los procesos mentales de los adolescentes. Jensen tenía motivos para  investigar: sus propios hijos adolescentes habían empezado a mangonearla.
El artículo, de The Guardian*, recoge las respuestas de Jensen a padres desesperados y refleja su convicción de que saber lo que ocurre en un cerebro adolescente hace más fácil la convivencia con ellos. La ciencia, amigos.

Los padres le preguntaban cosas universales, como: ¿Por qué mi hijo adolescente es tan desordenado?. Por la mielina, señora, responde, más o menos , Jensen. La mielina es una sustancia que protege las conexiones cerebrales (sinapsis) y que se crea con el tiempo. Las últimas áreas del cerebro que se conectan son las cortezas frontal y prefrontal, donde se controla el entendimiento y la asunción de riesgos. O sea que, relajémonos, los adolescentes, sus cerebros, no tienen como prioridad colgar su toalla en el baño o recoger sus calzoncillos de debajo de la cama.

Por cierto, la semana pasada, hablando con una adolescente ESO, por lo demás encantadora y excelente estudiante, me comentó que nunca se haría profesora, porque “todos odiamos a los profes”.  ¿Todos? ¿Odio?  Oh mon dieu! Por suerte Jensen acudió en mi  ayuda: “La conducta de asunción de riesgos e impulsividad que exhiben, porque no tienen un acceso pleno a sus lóbulos frontales, puede provocar cambios de humor y alimentar el conflicto y la rabia. Los adultos pueden responder ellos mismos a esta conducta enfadándose”. Así que, relajémonos de nuevo. Podemos entender mejor qué pasa por sus cabezas y ser más pacientes, en vez de ponernos a su altura.

¿Y por qué no quieren irse nunca a dormir y no hay manera de que se levanten de la cama? Según Jensen, por una cuestión biológica. “El reloj circadiano les està programando para que se vayan a dormir y se levanten entre tres y cuatro horas después que los adultos. Esto es un problema, ya que se les priva relativamente del sueño cuando los levantas a las 8 de la mañana. Es algo en lo que deberíamos pensar como sociedad y en los sistemas educativos, ya que la privación crónica del sueño no ayuda ciertamente a los adolescentes en su consolidación de la memoria y el aprendizaje”.

¿Por qué no quieren hacer los deberes? ¿Cómo motivarle para que estudie? ¿Debo preocuparme si bebe o se droga? ¿Por qué está tan enganchado al móvil? Por qué no se abrigan cuando hace frío? ¿Cómo puedo cuidar su salud mental?

 ¿Quieren saber? El miércoles de la semana que viene les escribo la segunda parte.. 

PD: Para que luego digan que la ciencia y la educación social no tienen ná que ver.

(*) Traducción del artículo de The Guardian por Verónica Puertollano.


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A nuestra obra de teatro, El año del cerdo, le quedan dos sábados de febrero, a las 18h,  para despedirse de Porta 4. Y luego, el 14 de marzo, nos vamos a Barberà del Valles.  Va de relaciones familiares, de genes, de amistad, de amor, de libros. No se la pierdan. 

4 comentarios:

lucce dijo...

Lo 1º: ¡Qué bueno volver a leerte!

Lo 2º: citas a Oliver Sacks al principio. El neurólogo ha publicado hoy en el NYT una especie de carta de despedida. El cáncer está acabando con él.

Lo 3º: están guays esas argumentaciones científicas y tal pero, como casi todo en la vida, por sí solas no pueden explicarlo todo. Es decir, si a las configuraciones cerebrales que apuntas le añades las influencias educativas de unos padres poco habilidosos en sus tareas parentales, de unos consumos tóxicos o de, por ejemplo, una experiencia traumática en las más tierna infancia, puede que incluso esa configuración que comentas se vea alterada.

Sí, ya sé que este último comentario es un tanto perogrullesco pero tenía que decirlo.

Abrazo!

Anónimo dijo...

Hola Lucce, pues lo mismo digo, un placer leerte. Sí, lo de Oliver Sacks me enteré ayer, ¡qué putada!.

Sobre lo que comentas del post, 100% de acuerdo. De hecho la neuróloga en su libro habla de la importancia de los padres y la educación y como esa educación va mejor encaminada si sabemos más sobre el cerebro. Mi queja (secular también, jeje) es que los neurocientíficos, al menos los que yo he leído, ya suelen tener en cuenta el medio, además de los genes o el cerebro. Pero al revés no sucede tanto. Los educadores, en general, solemos desechar la influencia del cerebro y le damos toda la importancia a la educación o al contexto. Ala, vaya chapa! Un abrazo!! Sera

Maria Rosa dijo...

1. !Que bueno! Volver a leerte y a Lucce, tambien.
2.ya tardo en leer algo de O. Sacks
3. Cuando lei a la neurologa, no eres el único, me "alegre" mas como madre que como Educadora social, no solo por prioridades de la vida, sino por lo que dice Lucce, la explicación cientifica de entrada, no genera mes igualdad de oportunidades....

Anónimo dijo...

Hola Maria Rosa. Bueno, discrepo un poquitín. La explicación científica, es cierto, en principio aspira a que nos conozcamos más (genere eso lo que genere). Pero yo creo que conociéndonos más a fondo atinaremos más en nuestras acciones parentales y/o educativas. Sera