No sé si habrá sido por el efecto de mi última entrada, pero esta semana, durante la entrevista, he comentado un par de veces algún programa de la tele: por ejemplo el de la Supernanny. Estos programas, como el de Hermano Mayor, o Ajuste de cuentas, tienen discursos bastante coherentes, con todas las salvedades que quieran hacerse (entre otras, la sospecha de que la presencia de la cámara puede ser muy disuasoria o la duda sobre cómo quedará todo cuando ya no esté el héroe).
Otro programa al que creo que se le puede sacar mucho partido es El Hormiguero, verdadero Barrio Sésamo juvenil del siglo XXI. Por no hablar del excelente Redes.
Creo que voy a añadir a mi repertorio de técnicas educativas, que incluye la recomendación de libros, el visionado de algunos programas específicos de la tele. Una forma de hacer una entrevista multimedia. Desde ahora mi portátil va a dejar de dar la espalda a la gente.
Me he criado con los Teleñecos, y he disfrutado a rabiar con el Cosmos de Carl Sagan. Después de la lectura, la tele me ha dado, y me sigue dando, momentos inolvidables.
También hay programas excelentes donde canallear y dejar el cerebro en stand bay. No se puede vivir todo el rato en la excelencia. Aunque confieso que después de los primeros Gran Hermano y de Crónicas Marcianas, lo estoy dejando. No por principios, ¡que va!, es sólo que la fórmula del grito-rosa-famoseo está más vista que el TBO y aburre a un muerto.
Yo, lo único que sigo sin soportar, es a la televisión espectáculo disfrazada de periodismo de denuncia. Así que, las pocas veces que me la trago, lo hago mascullando ordinarieces y resoplando cada cinco minutos.
Hay una fina linea divisoria que separa el morbo de la información. Yo defiendo que el espectador pueda y deba ver las imágenes de una tragedia, por muy truculentas y desagradables que sean, siempre que vayan pegadas al relato del acontecimiento. Era necesario ver los muertos del mercado de Sarajevo, como es necesario ver los estragos del terrorismo, para que no tengamos ni una duda de lo que es un asesinato.
Pero el morbo es otra cosa, que en realidad tiene muy poco que ver con lo que se muestra. El morbo, o el espectáculo, como quieran llamarlo, no se produce únicamente en la mirada subjetiva del espectador, que también. Se da cuando las imágenes del horror o de la pobreza están descontextualizadas, sin relato, sólo al servicio del asombro o del asco. Es el documental convertido en un zapping continuo, que muestra el horror como podría mostrar tortazos sucesivos de niños en monopatín.
El corolario son los reportajes que no sólo prescinden del presentador, sino de un narrador que se interrogue sobre lo que estamos viendo. Estos artefactos hacen todo lo contrario de lo que presumen: darán asco, risa, pudor, pero, desde luego, ni remueven conciencias, ni informan, ni movilizan. Estoy seguro de que anestesian mucho más de lo que indignan.
La imagen, gran tótem del siglo XXI, predomina sobre el relato, en lugar de acompañarlo. Se ha convertido en el relato. La premisa sigue siendo que una imagen vale más que mil palabras.
Tal vez sea verdad. De hecho, hay ocasiones en que es así: Observa esta foto, ganadora del World Press Photo 2006, que lo demuestra sin ningún tipo de duda :
La foto muestra las contradicciones de la guerra. Jóvenes ricos paseándose por un destrozado Beirut, practicando un vergonzoso turismo de guerra.
Sobran las palabras, ¿no?*
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PD. Samanta Villar se sumerge ahora 21 días entre los ricos. Parece que me haya leído. Será un programa mas verosímil, fijo, y es que uno se adapta más rápido a los placeres que a la miseria. Pero que no se engañe, el programa seguirá siendo mentiroso: dudo de que alguien la convide a blanquear dinero o a traficar influencias.
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(*) Pues no, no sobran las palabras. Lo que se explicó en un principio sirvió para que le dieran el premio al fotógrafo, pero, más tarde, se descubrió que ni eran ricos, ni es un descapotable de lujo. Son miembros de una ONG libanesa que ayuda a los refugiados. LLevan en el coche medicamentos para los damnificados. Aunque, ya se sabe, no dejes que la verdad te estropee un buen fotoreportaje.
3 comentarios:
POdria escribir mil mil y mil lineas sobre la tele y lo que opino de ella, bueno y malo pero siempre acabo apagandola y cogiendo un libro bueno o malo.
Yo tambien estoy viendo 21 días y hay keverPorDios....
una vez más ESTOY DE ACUERDO, en estos tiempos en que resulta mucho más productivo leer el prospecto del champú del baño que embotarse la cabeza con la programación, he de confesar que hay días que llego a mi casa y lo único que me apetece es tratar de desconectar la neurona... Lo que ocurre es que depende del programa mi cuerpo comienza a segregar bilis (curso del 63, sin tetas no hay paraíso, granjero busca esposa...). A veces me encuentro absorta escuchando una entrevista de Julián Contreras y soy capaz de olvidarme del día desastroso que tuve (aunque no simepre soy mujer y la neurona me va a mil jeje).
de todas formas, es cierto, quedan programas que vale la pena ver.
PD: puede que ocurra algo similar a la burbuja inmobiliaria, quizás un día todas las cadenas caigan en picado y no haya dinero para pagarle alos jesulines, nia las belenes nia mujeres que envejecen sin orgullo, ME ENTIENDEEEEEES!!!
IDEM quique, es más estaba cenando viendo uno de esto programas que nombras y he apagado la tele directamente, me e'enerviao! y derrepente me meto en tu blog y leo este post y digo, menos mal que aun quedan educadores sociales críticos, y no las promociones que salen ahora que son los primeros que se tragan estos programas... y lo siento si es mi visión, pero cada día alucino más con las generaciones de educadores sociales (siento desviar el tema del post)
saludos
:)
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