lunes, 10 de enero de 2011

DE BARBERÀ DEL VALLÉS AL 2.0 (pasando por La Selva).

Alaska, 10 de enero de 2011,

Empecé a trabajar en unos servicios sociales a principios de los noventa, en Barberà del Vallés. Barberà ya tenía en esos momentos los 30.000 habitantes que tiene más o menos ahora. Mandaban los socialistas, que no han dejado de hacerlo desde 1983. La democracia parecía consolidada, después del 23F, y España preparaba las olimpiadas de Barcelona, culminación de un vertiginoso progreso social y económico.
No todo era progreso. Algunos aprovechaban para implantar un caciquismo con formas democráticas en los ayuntamientos, germen de la corrupción política actual. Tiempos donde tener el carnet del partido equivalía a un salvoconducto. 
En aquellos tiempos la educación social asomaba la cabeza en Cataluña. Coincidiendo con la última promoción de la "Escola d'Educadors Especialitzats Flor de Maig", se iniciaba la diplomatura de educación social que tenía que dar un impulso a la formación y, sobre todo, al reconocimiento de la profesión. Es cierto que la educación social tenía una larga historia previa a su reconocimiento universitario, pero también lo es que los educadores sociales de entonces (aunque en ese momento se les conocía con apellidos distintos: educadores de calle, especializados, de medio abierto) provenían de una amalgama de formaciones tan diversa (pedagogía, psicología, magisterio, educación especializada, en el mejor de los casos) que dificultaba un debate riguroso y adulto.  

Ignoro cómo se trabaja ahora, pero entonces los diferentes departamentos del ayuntamiento: cultura, educación, servicios sociales, deporte etc. apenas se comunicaban. No era sólo un problema de Barberà, ni tan siquiera sé si puedo decir que eso fuese un problema. Simplemente se trabajaba así: a pesar de que el concepto de transversalidad empezaba a ponerse de moda, cada técnico se hacía cargo de su parcela. La parcelación era técnica y política. Se hizo célebre entonces el concepto "ponerse la medalla", es decir, arrogarse para uno solo el mérito de cualquier proyecto municipal y no dar ni agua al enemigo, aunque el enemigo fuera, en este caso, el concejal  y los técnicos del departamento de al lado.
Para cuando el trabajo en red empezó apenas a oírse, yo ya estaba en otro lugar.


A mediados de los noventa comencé a trabajar en la comarca de La Selva, una comarca donde la mayoría de pueblos oscilan entre 3000 y 7000 habitantes, aproximadamente. Entre las muchas diferencias de trabajar en ciudades como Mataró o Barberà y hacerlo en pueblos pequeños había una que a mí me pareció siempre ventajosa: la facilidad para trabajar en equipo con otros profesionales.  Hacíamos de la necesidad virtud, porque pretender trabajar solo en municipios de ese tamaño era quedarse más solo que la una.  Así que montar un proyecto interdisciplinar era tan sencillo (es un decir) como llamar por teléfono y quedar. Claro que trabajando en pueblos pequeños todo está a tiro de piedra, incluido el alcalde, la policía local, el pediatra, el psicólogo, el técnico de cultura o el de deportes. En fin, otro día hablaré de los inconvenientes, que son bastantes, de trabajar en municipios pequeños, pero el trabajo interdisciplinar, si es que se quiere trabajar en equipo,  no suele ser uno de ellos.

Han pasado los años. Estoy convencido de que estamos en una tercera época de la educación social. Internet y, sobre todo, la web 2.0 puede convertir las ciudades en pueblos. Me explico: el 2.0 permite, de forma sencilla, una comunicación interna entre profesionales que hace dificilmente justificable una departamentalización extrema e impermeable. Hoy científicos, artistas, tecnólogos, artesanos, saben que con la especialización no basta y que los mejores proyectos se nutren del diálogo entre disciplinas aparentemente alejadas. Hace tiempo que saben que compartir conocimiento ya no tiene más obstáculo que la resistencia al cambio del ser humano.
La comunicación va a ser fundamental en esta tercera época. Dejará de ser local para ser global. El diálogo entre educadores va a dejar de circunscribirse al municipio o la región de cada uno. Los proyectos van a ser cada vez más transregionales y transdisciplinares. De la misma forma que ocurrió con la web, el trabajo en red será cada vez más trabajo en red 2.0.
La educación social podrá ponerse en órbita. Por fin. 

4 comentarios:

Rosa Chover dijo...

es un buen presagio para 2011, ojalá tengas razón y la gente dejemos de mirar sólo por nuestra parcelita... Feliz Año Nuevo!!

Ana (Reus) dijo...

¡Hola! Un tema que todavía me tiene confusa...¿en qué mundo estamos? ¿Cómo crecemos, cómo aprendemos y quiénes somos con/en el 2.0? Leyendo un librito al respecto: "Un cuarto propio conectado. (Ciber)espacio y (auto)gestión del yo", de Remedios Zafra...Ana.

Ana (Reus) dijo...

Y, por cierto, no tengo muy claro si al mirar lejos justamente dejamos de mirar a nuestro alrededor...

Quique dijo...

Hola Manuela, yo creo que es una realidad imparable.

Hola Ana,
yo creo, o al menos prefiero pensar así, que el 2.0 también permite compartir lo cercano. Por otro lado, es importante compartir experiencias y saberes que podamos aplicar a nuestro alrededor.