Alaska, 4 de mayo de 2011,
Educación expandida. La primera vez que oí hablar de ella fue en un curso con Pedro Jiménez, de Zemos 98 y Oscar Martínez, de Trànsit Projectes. La Educación Expandida defiende la idea de que la educación puede darse en cualquier lugar y en cualquier momento y desafía al sistema educativo tradicional a que incorpore y se adapte a los cambios tecnológicos.
Educación expandida. La primera vez que oí hablar de ella fue en un curso con Pedro Jiménez, de Zemos 98 y Oscar Martínez, de Trànsit Projectes. La Educación Expandida defiende la idea de que la educación puede darse en cualquier lugar y en cualquier momento y desafía al sistema educativo tradicional a que incorpore y se adapte a los cambios tecnológicos.
Este es un tema de la educación social. No exclusivo de ella, por supuesto. Pero es obvio que la educación social es o debe ser educación expandida. O viceversa. Nuestra situación, en el córner de la educación formal, nos convierte en actores privilegiados para llevar a cabo intervenciones y proyectos con esta filosofía. Algunos ya se estaban haciendo, aunque no sabíamos que podían llamarse así. Pero está claro que la educación social, si quiere honrar a su apellido, tendrá que expandirse, tanto en lo cultural como en lo digital, terrenos hasta ahora menos explorados por ella.
Sigo.
El 12 de mayo participo, representando al CEESC, en una mesa redonda, dentro de la Segunda Jornada de Educación Expandida que organiza el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB).
En la mesa, moderada por Lalí Bosch, estarán Pere Arcas (TV3), Juanjo Arranz (Biblioteques de Barcelona), Ramón Espelt (CCCB educación), Teresa Fèrriz (UOC), Pepe Serra (Museo Picasso) y yo mismo, por el CEESC. Vamos a debatir sobre los cambios y las posibilidades que la tecnología pone al alcance de los centros culturales y educativos. También de cómo influyen, en la relación educativa y la comunicación con los usuarios, los nuevos contextos digitales, las redes sociales, etc.
Respecto a la educación social estamos en un momento dulce. Llevamos media vida lidiando con escuelas e institutos, implementando proyectos comunitarios, tratando con personas y grupos, etc. Si sabemos aprovechar lo que la tecnología pone delante de nuestras narices empezaremos a tener un peso específico en eso que a veces se conoce como comunidad educativa. Una comunidad que, por otra parte, tiene que abrirse a nuevos agentes y nuevas prácticas. Que tiene (ya lo está haciendo, queriendo o sin querer, entre otras cosas por el impulso de sus alumnos) que expandirse.
A los educadores nos va a hacer falta, como nunca, ensayar y errar. Aprender. Inventar. Practicar y teorizar sobre la práctica. Probar, equivocarnos y volver a probar. Se va a tratar de un diálogo entre una tecnología rabiosamente libre y una educación social, con sus normas y sus límites. Un diálogo donde la una y la otra no van a salir indemnes. Por suerte.
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