Alaska, 20 de febrero de 2012,
Si uno sube o baja un viernes a las cuatro de la tarde por Joaquin Costa, en el Raval, y gira por Guifré, seguramente tendrá poco que contar. Denle a la calle unas horas. Es por la noche, sobre las nueve, cuando Guifré se pone estupenda, cenicienta invertida como es. Entonces un corazón enormemente rojo suspendido en el aire se enciende. No es una metáfora, es un corazón enormemente rojo suspendido en el aire. Si no me creen vayan a verlo.
Debajo mismo de ese corazón, en el nº 9 de Guifré, alguien, seguramente una de ellas, sube la persiana del Almazen. Hace unas horas era solamente una persiana sórdida en una calle sin alicientes. Ahora es la entrada a un local íntimo, cálido y con personalidad situado bajo un corazón enormemente rojo suspendido en el aire.
Almazen, precioso juego de palabras (antes de twitter la gente ya sabía algo), que da nombre a una de las mejores salas de teatro de Barcelona. ¿Una de las mejores salas de teatro de Barcelona? Este tío se ha vuelto loco, ¡se ha pasao tres pueblos!, dirán los teatreros. Perdonen, pero es que aún recuerdo la última experiencia en el Nacional, fila ni te cuento, en la que ni se veía ni se oía nada, pomposidad aparte. En el Almazen, sin embargo, después de atravesar un bonito vestíbulo donde se puede tomar algo, entra uno en un espacio teatral precioso, una península rodeada de butacas por todos lados menos por uno, que cuando se apaga es un cuadrilátero sostenido por cuatro columnas. Los actores y las actrices pegados al público, obligados a satisfacer a derecha e izquierda sin perder el norte. Aquí el sudor o la respiración son parte del espectáculo. Aquí, en la sala del Almazen, de viernes a domingo, hay un duelo teatral a muerte: o hay verdad teatral o no hay nada. No hay medias tintas. Ninguna posibilidad de esconderse, ningún efecto especial que maquille nada. Ninguna excusa. Ninguna coartada. O gusta o aburre. Puro teatro como diría Marcos Ordoñez. Creo que si Ordoñez descubriera esta sala en algún suburbio de Londres le dedicaría una página entera en el Babelia. Pero es el Raval. Él se lo pierde.
Luego, al final, están las mujeres del Almazen, para comentar la jugada: Macarena, Mar, Claudia, Marka. Actrices, gestoras, relaciones públicas, camareras. Todo terrenos.
Hay un momento que a mí me parece especialmente sublime. Es cuando Macarena viene a felicitarte porque le ha gustado la obra. Esta mujer, que en el primer segundo puede parecer intimidante (solo el primer segundo, porque el segundo segundo te mira o te habla y te ha conquistado), esta mujer, digo, pega un resoplido. Es que se queda sin respiración y se le iluminan unos ojos a punto de llorar. Se emociona como una niña. Con el teatro. Yo la miro admirado y pienso la suerte que tenemos Los Sánchez de poder estrenar en este rincón mágico de Barcelona.
Luego, sobre las diez y media, acabada la función, dejamos Guifré y bajamos a la Rambla del Raval en diez minutos. A la derecha, en una de sus esquinas, La Verónica, donde se come una de las mejores pizzas de espinacas del mundo. ¿Esajerao? ¡Échenle unas gotitas de aceite especiado y luego me lo cuentan!.
El café en el Café de las Delicias, en la misma Rambla, bajando hacía el mar a mano izquierda.
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La entrevista que me hizo Miquel Rubio por twitter en el blog EdusoInicis.
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- 27 de febrero de 2012, 20h, Teatro Principal. Santiago de Compostela
- 28 de febrero de 2012, 20h, Forum Metropolitano. A Coruña.
- 29 de febrero de 2012, 20h, Auditorio. Ourense. (+info en www.ceesg.org)
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2 de marzo , representación especial de Educador social en Alaska (primera parte) en el Almazen (última actuación en Barcelona).
1 comentario:
Vivo en A coruña, el martes iré a veros.
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