miércoles, 13 de mayo de 2020

SERVICIOS SOCIALES Y UN MINISTRO FRANCÉS

Alaska, 13 de mayo de 2020

El último post de este blog data del 3 de octubre de 2018. El 22 de noviembre nació mi hijo Gabriel. Como le comenté a mi colega Raúl, de Educablog, hace unos días (si quiere ver la charla en Youtube, aquí) quedaría feo que le echara la culpa a mi hijo de mi indolencia. Gabriel ha tenido algo que ver, claro está, pero solo en la medida en que es lo mejor que me ha pasado en la vida. 

Intentaré ser breve, que es mi primer post después de mucho tiempo y no quiero tener agujetas.
Servicios Sociales postconfinamiento. Quizás para saber qué vendrá haya que remontarse. En la década que sucedió a la crisis del 2008, en Cataluña, los Servicios Sociales tuvieron un papel decisivo. El gran problema fue, sigue siendo, y quizás será, que el PIRMI primero, y la RGC (Renta Garantizada de Ciudadanía) después, no garantizaron del todo lo que prometían. Un exceso de burocracia y seguramente la falta de presupuesto hicieron que muchos ciudadanos, familias enteras, quedaran desatendidas. El encargo de Servicios Sociales fue hacerse cargo de su subsistencia. Todo eso en el trasfondo de un paro disparado, políticas de empleo escasas y erráticas y el precio de la vivienda de alquiler y de compra por las nubes. Para atender ese encargo los Servicios Sociales solo podían ofrecer recursos paliativos (alimentos, ayudas de urgencia, etc.). Recursos que, además, no estaban estructurados ni homogeneizados: cada comarca, cada ciudad, cada pueblo hacía lo que podía o lo que quería. En muchísimos casos eso significó poner a los Servicios Sociales al pie de los caballos. Estoy convencido que si el crédito de los Servicios Sociales no se hundió más fue por el buen hacer de los profesionales de primera linea. 
Paralelamente, en esa década, en la mayoría de congresos, jornadas y cursos a los que fui y en los artículos que leí, se abogaba (otra vez) por la necesidad de concreción de los Servicios Sociales, de fijar su encargo, de abandonar el asistencialismo, de la apuesta por lo comunitario y lo educativo. En fin. Recuerdo más de un momento alucinante. Profesionales aplaudiendo en comunión, casi en éxtasis, el anuncio de una nueva revolución (¡hay que repensar los servicios sociales!) y lo surrealista que era volver el lunes al trabajo y encontrar que nada cambiaba en ninguna parte.
Cuando la situación económica mejoró, diez años después, empezamos a tener un poco más de tiempo para otras cosas. Hasta hoy.  Es posible que volvamos a tener el encargo de la gestión de las ayudas y de las situaciones más precarias, con pocos recursos, poco concretos y con poco tiempo para ocuparnos de nada más. La realsocietik. No sé lo que vendrá, solo sé lo que pasó. Suficiente tiempo en ellos para saber que la marca de Servicios Sociales es la no concreción y la precariedad. Es así y  creo que continuará siendo así. Cuando lo asumes aprendes a trabajar en la incertidumbre. También esa década me ha servido para saber (ya lo intuía) que los cambios en este ámbito vienen siempre de abajo a arriba. Viene de técnicos que trabajan en la "clandestinidad", es decir, más allá del encargo asistencial, para denunciar situaciones, hacer visible lo invisible y hacer cosas que mejoren la calidad de vida de los ciudadanos. Pero sobre la clandestinidad, que ya comenté un poco con Raúl, hablaré en otro post.
                                                     

Iba a terminar pero he leído la entrevista que publica el País al ministro de Educación francés, Jean_Michel Blanquer. Lo primero que pensé el leerla es: lo que le va a caer a este hombre. Sobre todo por la izquierda, siempre tan estupenda. Su decisión de retorno a las aulas puede ser buena o puede ser pésima, veremos. Pero más allá de su decisión respecto al retorno, me han parecido muy interesantes y valientes algunas respuestas. Al menos en boca de un ministro. Su afirmación, obvia, aunque en los tiempos que corren casi revolucionaria, de que ese tipo de decisiones corresponde a los políticos, no a los científicos. Su compromiso con el interés general aunque eso le signifique buscar soluciones poco cómodas (lo contrario del populismo, ¡equiliquá!). Su compromiso con los niños más vulnerables y en riesgo de abandono escolar (por lo que sé, tendrán prioridad sobre otros en la vuelta a las aulas). El argumento social como decisivo ("el confinamiento obligatorio ha agravado las desigualdades y alejado a una parte del alumnado del sistema educativo"). La importancia de la escuela para el Estado. El respeto a los padres que quieran llevar o no a sus hijos en estos momentos. Y también la sinceridad y valentía con la que afronta el  peso del argumento económico en su decisión. Porque hay que ser muy rico o tener la vida muy asegurada para decir que, de todo lo que está provocando el coronavirus, el paro y la pobreza que genera son temas secundarios.




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