Alaska, 21 de abril de 2009,
Hace unos meses, en un ejercicio de un curso en la universidad, trabajadores y educadores sociales teníamos que intentar definir a los usuarios que vienen a nuestros servicios. Algunas de las cosas que se dijeron fueron: gente sin recursos, problemas de drogas, familias monoparentales, etc. Antes de empezar, yo había tirado la toalla. Tengo el impulso natural de llevar la contraria, que antiguamente me había traído algunos problemas, y que voy apaciguando con el tiempo. Pero es que una cosa es hacer un recuento de los problemas de la gente y otra muy distinta es pensar que esos problemas son la gente.
Personalmente no me gusta el término usuario. No es que sea ofensivo ni nada de eso, es sólo que detesto ese intento de crear una terminología propia a toda costa, aunque existan ya palabras que puedan definir mejor los conceptos. A veces hablamos raro, lo que no siempre es sinónimo de rigurosidad.
Prefiero el concepto de ciudadano. Un ciudadano al que atendemos en un momento difícil de su vida, con el objetivo de ayudarle a salir de un apuro y contribuir en lo que podamos a su promoción social. Un ciudadano con derechos y deberes. Algunos colegas de la profesión se olvidan de esto último. Los deberes. Critican a la administración continuamente o se enfadan cuando no se crean más ayudas. En muchas ocasiones llevan razón y yo soy el primero en sumarme a la queja al gobierno local cuando se trata de pedir más recursos y ayudas sociales. Pero eso no implica que las personas a las que atendemos no sean responsables de sus vidas. La mayoría de personas que acuden a los servicios sociales en busca de alguna ayuda económica son personas honradas y trabajadoras que pasan por un mal momento y que necesitan un impulso económico y/o personal. Otras tienen problemas serios que les hacen más difícil salir de su situación en un corto espacio de tiempo. Pero también hay personas que se aprovechan del sistema a conciencia, personas que cobran subsidios mientras ocultan otros ingresos, o que abusan de las ayudas sociales, convirtiendo ese abuso en su modus vivendi. A veces somos los profesionales los que queriendo ayudar, practicamos un paternalismo en el que no se reconoce al otro la capacidad de valerse por si mismo. Ayudar no solo es dar, significa también ser exigente con las responsabilidades individuales: exigir por ejemplo que los padres se preocupen por la educación de sus hijos, exigir que una persona que lleva años parado se forme en alguna profesión, exigir que alguien con un problema de adicción realice el tratamiento adecuado, exigir que la economía doméstica se utilice para las prioridades básicas y no se malgaste el dinero, etc. Por supuesto que el ciudadano, sobre todo aquel que no tenga a su cargo menores de edad, puede decidir hacer lo que quiera con su vida. Pero si acude a los servicios sociales creo que hay que ser claro y respetuoso con él. Y una manera de ser respetuoso es tratarle como una persona capaz. Es decir, aclarar en que cosas la administración le va a ayudar y que tipo de cosas pueden estar en su mano para salir de su situación. Eso es educación social.
Creo que con el concepto de ciudadano, con la idea de los derechos y los deberes, quedan más claras las responsabilidades que deben exigirse a las personas, por un lado, y al Estado por el otro. Si sólo le exigimos al ciudadano, el Estado se vuelve cínico, y cae en la desprotección y la inutilidad. Si sólo se le exige al Estado caemos en el paternalismo, además de agotar unos recursos ya de por si exiguos. Son dos polos irrenunciables si queremos que la sociedad funcione mínimamente.
Una de las cosas que los educadores sociales debemos exigirle al gobierno estatal y municipal, desde los foros donde tengamos voz, es que tiene que crear las condiciones para ofrecer una verdadera igualdad de oportunidades a todos los ciudadanos de su territorio. Luego esas oportunidades siempre habrá quien las aproveche mejor o peor, pero la exigencia, el objetivo, tiene que ser conseguir que todos los ciudadanos puedan partir de la misma linea de salida, independientemente de su clase social o de los condicionantes familiares y estructurales. Sí, ya sé que suena a utopía, que los ricos siempre serán los ricos, bla,bla,bla, pero si hay una utopía por la cual los que nos dedicamos a lo social estamos obligados a luchar es esta. Es la base de nuestra profesión: luchar por leyes de conciliación familiar que permitan a los padres trabajadores ocuparse de sus hijos, luchar por una enseñanza pública de calidad en los barrios más deprimidos, luchar por más plazas públicas de guarderías, por becas generosas para los que quieran estudiar, por la mejora de salarios. Seguramente nuestro poder de influencia en las grandes decisiones no sea demasiado grande ( aunque siempre he pensado que el poder de influencia es proporcional al poder de influencia que uno cree que posee), pero tenemos batallas que podemos ganar en los sitios donde trabajamos.
Si el fracaso escolar, la delincuencia o la marginación se repiten en una misma familia de generación en generación es que algo no estamos haciendo bien. Podemos crear proyectos educativos individuales para los hijos de las familias con más problemas sociales que incluyan planes de choque: clases de refuerzos escolar individuales, escuelas de padres, trabajadoras y/o educadores familiares que les ayuden a hacer los deberes y les motiven, asistencia a actividades extraescolares de calidad, acceso a las nuevas tecnologías y ¿porque no?, la idea de que algunos de ellos puedan ir a mejores escuelas, fuera de su barrio. Si el concepto de ciudad educadora es algo más que una palabra vacía en un eslogan, puede ser este: un pacto entre los agentes sociales de la comunidad para ofrecer mejores perspectivas de futuro a las personas, sobre todo a los menores, niños y jóvenes, más desfavorecidos. ¿Utopía?, no lo creo. Se trata de creer que la movilidad social, con esfuerzos y recursos, es posible. He comprobado que eso da resultados sorprendentes en chicos y chicas que han continuado sus estudios, cuando nadie daba un duro por ellos. Simplemente porque un puñado de buenos profesionales, junto con su esfuerzo personal, se han empeñado en romper el determinismo fatal que pendía sobre ellos como una espada de Damocles. No han repetido como papagayos aquella retahíla de: "ese niño será un delincuente". No tiene porque serlo. No lo lleva escrito en ningún sitio.
Eso o esperar sentados a que los hijos de los hijos de los hijos de esos niños sigan llamando a la puerta de los servicios sociales en busca de futuro.
Pintura: Edward Hopper.
15 comentarios:
Me parece muy buen artículo. Exacto, el concepto de ciudano como persona capaz, con sus derechos y deberes a la que la administración en un momento determinado le ayuda.
Excelente post.
yo creo que much@s educador@s sociales tenemos muchos prejuicios con las personas que trabajamos y que nos da miedo pensar que ellos también pueden tener parte de responsabilidad en lo que les pasa
Elena
Es la clave. "Derechos y Deberes". Para todos/-as y para todo.
Tu post, para enmarcarlo.
Como una pintura de Hopper.
(es uno de mis favoritos)
Besos.
Una interesante reflexión y un excelente post.
Saludos
Estas pasadas vacaciones de semana santa he estado por "Alaska". Concretamente en Sierra de Gata. He estado con una médico, una arquitecta, una banquera, un ingeniero y un agricultor.
Una noche, tras estar cargados de varias copitas, no sé muy bien cómo, empezamos a hablar sobre las ayudas sociales que se destinan a muchas personas.
Como el de lo social era yo, fui objeto de todo tipo de preguntas, puyas y demás; en estas salió ese Educador comprometido y prejuicioso que a duras penas podía responder a las argumentaciones que, sobre todo, me lanzaron la banquera y el ingeniero, las cuales se basaban, más o menos, al principio del post de Quique: que no se puede mantener per sécula seculorum ayudas a una persona porque al final no fomentas su autonomía, no es sostenible tal y como vienen dadas, que a lo mejor hay quedajarles que se den la hostia a ver si así espabilan...
El Educador prejuicioso, osea yo, se enervó y, con un afán paternalista, atacó acusando a estos "insolidarios capitalistas" (jejeje) de fomentar las situaciones de desigualdad que reinan y blablabla.
Lo que son las cosas, que llego a este blog que debería ser difundido en todas las universidades y resulta que el Educador Social en Alaska llega y viene a decir, en cierto modo, lo mismo que aquellos pero desde un punto de vista más comprensible para el Educador prejuicioso.
Total que voy a llamar a esos "capitalistas" y me voy a bajar los pantalones...
Respecto a la parte final del texto, sin duda, hay que mantener la utopía y creer en los "ciudadanos" y en su evolución positiva. Si no, mal vamos, pero creo, querido Quique, que éso se nos presupone a la mayoría.
Buen artículo como siempre, aunque, para el próximo, trata de separar más los párrafos (más puntos y aparte) que si no arf, arf, arf...
lucce no sé si todos los educadores sociales se creen eso de la evolución positiva. A lo mejor en teoría sí, pero ¿en la práctica? ¿hacemos todo eso que dice Quique o entretenemos a los niños con macramé?
Elena
magnífico Hopper y magnífico tu artículo, por qué no te dedicas a la política activa y te dan una cartera ministerial, pongamos por caso? ojalá hubiera mucha más gente con tu labia y tu destreza linguística y argumental, y sobretodo con tu vocación, en la Administración Pública... felicidades gente como tú consiguen un montón de cosas, y la fuerza, efectivamente, también depende del convencimiento de uno... saludos
Hola Elena!!
Pues no sé si todos los educadores sociales se creen lo de la evolución positiva o no. Ahora sí creo que mantener esa posición (utópica, ingenua... no sé) es importante para nuestro trabajo, sea entreteniendo a niños con macramé o con chavales en un centro cerrado.
Y espero perdones mi respuesta. Me da la impresión de que no te he contestado. A lo mejor es que te he entendido bien.
Un saludo y que Quique disculpe esta conversación bilateral.
Ciudadanos, derechos y deberes, capacitación y autonomía personal, ciudad educativa, cambio, desigualdades, ideales y utopia = Educación Social.
Quique, como siempre, propones retos y reflexiones, que nos acompañan en la profesión y nos dan fuerzas para cre(c)er.
PD: Lucce, tu aportación en el comentario, es digno de cualquier de tus mejores post en el Educablog. ¡¡¡Si es que, cuando te calientas.....¡¡¡¡¡
Un saludo
Quique, me encanta leerte!!!!
Hola lucce me refería a que a veces se les pone a hacer macramé (por decir alguna actividad poco estimulante) porque no se cree demasiado en sus posibilidades
OK, Elena, por tanto, tratemos de hacer lo que dice Quique y no invirtamos el tiempo en macramé (cómo nos oigan fanáticos de esta práctica nos van a dar pal pelo) si no creemos en ella.
Un saludo!!
Excel·lent post! Estic completament d'acord amb tot el que dius
Guau un blog de educación social??
Que interesante.
Soy Educadora de Madrid, ya me gustaría a mí estar por Alaska.. aunque veo que los problemas son los mismos...
Ese paseo para calmar las ansias me ha encantado y menos mal que pasear, lo hacemos un rato durante todo el día.
Ánimo a tod@s, que la gente con la que trabajamos se maneja mejor en una crisis que las personas de nuestro entorno. Si lo pensais, ell@s están en crisis de forma contínua, otr@s no...pero siempre hay luz al final del túnel.
Un saludo, compañer@s de fatiga!!
Publicar un comentario