El sábado estuve viendo el documental "El americano" de Lluís Jené. El documental entrevista, unos cincuenta años después, a las personas que el fotógrafo norteamericano Eugene Smith fotografió en 1951, en Deleitosa, un pueblo cacereño. Las fotografías se publicaron con un gran éxito en la revista Life. Smith intentaba reflejar en sus fotos la España pobre y atrasada de la posguerra y el franquismo.
Una de las fotos estrella de su reportaje es la que abre este post. No sólo es famosa por su factura, sino por la historia de Josefa Larra, la mujer más joven de la foto. Josefa empezó a recibir cartas de un lector americano de Life, Charles H. Calusdian, que insistió en conocer a la joven. Una historia romántica que no tuvo un final feliz.
Pero a mi me interesa también esta otra foto, que refleja muy bien los peligros y los límites del fotoreportaje para explicar un hecho. La foto es de un día de comunión en Deleitosa. El blanco vestido de la niña resalta con la miseria y los harapos de su alrededor. Una España atrasada y pobre que ni la tierna blancura puede disimular.
Me interesa porque es falsa. Cincuenta años después, los protagonistas de la foto explican en el documental que la comunión en realidad fue unos días antes, y que, como en cualquier otra celebración, todos los de Deleitosa se vistieron con sus mejores trajes. Smith, después de la comunión real, les pidió hacer este montaje. Según una de las protagonistas, Smith las llevo por las peores calles del pueblo y les pidió que sólo la niña fuera vestida para la ocasión. Buscaba el contraste y lo consiguió, a fuerza de construir un belén.
La España que fotografió Smith era sin duda una España hambrienta y negra. La España miserable del tiempo del hambre que tantas veces he oído contar a mis padres. No le hacía falta la ficción. Pero Smith era, además, un artista: la realidad no le iba a estropear su reportaje.
El problema del fotoreportaje o fotoperiodismo no es sólo cuando construye la foto, la manipula y ofrece una composición artística pero sin renunciar al plus de autenticidad que ya no tiene. El problema es cuando no viene acompañada por más información que la foto misma y se cree eso de que una imagen vale más que mil palabras. Entonces más que fotografiar hechos , fotografía metáforas y símbolos que cada uno puede interpretar o manipular como quiera.
Tiene otro problema, pero este, en la sociedad del espectáculo, no creo que tenga solución. El buen fotoperiodista pretende no inmiscuirse en los hechos y quiere que su cámara sólo capte lo que allí está pasando. Bien. Pero cada vez es más difícil dilucidar si lo que fotografía el fotógrafo es lo que está pasando, o lo que está pasando sólo pasa porque el fotógrafo está allí para fotografiarlo.
3 comentarios:
me has recordado mi último viaje a Tailandia, una mañana nos llevaron a varios turistas muy temprano a un poblado de una tribu específica que vivía allí, los Ken o algo así, para que les conociéramos y viéramos sus costumbres... bien, llegamos tan temprano que pillamos literalmente a los Ken en 'bragas' es decir sin los trajes regionales puestos, iban vestidos como tú y como yo, pero al vernos llegar debieron pensar 'joder estos turistas cada día madrugan más' así que corrió la voz y rápidamente abrieron todas las tiendecitas y se pusieron sus gorros tradicionales y demás vestimentas... espero que la resina que tenía una señora en la boca y los anillos en el cuello de otra de las niñas fueran auténticos y no impostados, o mejor no porque debían sentirse horrible con aquellas argollas, en fin que casi todo es mentira...
Lees demasiado a Arcadi, Quique...
jaja y yo que. creo. que le. leo. poco. un. Saludo
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