martes, 12 de octubre de 2010

ENTREVISTAR A ALGUIEN

Alaska, 12 de octubre de 2010,
Dice la periodista Janet Malcolm en  El periodista y el asesino, que cuando alguien nos entrevista sentimos tal fascinación que acabamos bajando la guardia, aunque sepamos que la información que damos puede girarse en nuestra contra. Malcolm se refiere a la relación entre entrevistado y periodista, pero su análisis de esta relación guarda muchas similitudes con aspectos de nuestro trabajo. El entrevistado suele contarnos, también a nosotros, muchas más cosas de las que le preguntamos.
Cuando estudiaba educación social se insistía en que el usuario se abre ante nosotros en nuestra calidad de profesionales. Es decir, nos cuenta cosas porque confía en una opinión cualificada y en la promesa de confidencialidad.
Seguro que sí. Pero hay algo más. La fascinación que todo entrevistado siente. Algo que cualquiera que haya estado al otro lado conoce. Un hombre o una mujer  te escucha, pregunta, se interesa exclusivamente por ti. Es tu media hora y la vas a aprovechar. Cualquier educador social que ha experimentado una terapia personal, o una entrevista con un profesional por motivos familiares, sabe que de nada le sirven los códigos que conoce. Quizás en algún momento intuya por donde van a ir las preguntas o reconozca los tics que él mismo utiliza en su trabajo, pero inmediatamente adapta el papel de entrevistado y se rompen sus defensas. 

El entrevistado no tiene conciencia de que, antes que él, han pasado quizás ya tres o cuatro personas por el despacho. No importa. El momento es único, totalmente suyo. Cualquier entrevistado se convierte en un ser egoista que viene a absorber por completo al profesional. Eso convierte a la entrevista en una transferencia desigual. Porque al entrevistador, que si que sabe -y siente- que ya es la cuarta entrevista del día, le cuesta mantener la motivación y el entusiasmo que intuye en el otro. 
Entrevistar es agotador. Mientras que el usuario te supone en un rol determinado -digamos que espera de ti profesionalidad, cosa que debería incluir una cierta empatía, simpatía, atención, etc- tú intentas cumplirlo a la espera de lo que te vas a encontrar . Un carrusel de emociones por donde van pasando enfados, tristeza, alegría, caras agotadas, desencantos, aburrimiento, dolor. Hay algunos momentos peligrosos de la entrevista en los cuales, por cansancio y acumulación, el rol ya no te salva. Es cuando escuchamos y rebatimos  desde el implacable Yo. En esos momentos la magia de la entrevista se rompe, porque para el entrevistado  pasas de ser la persona amada  que escucha, a la persona odiada que juzga.

¿Y cuando pasamos la entrevista al papel?
Dice Malcolm que "el cuento del entrevistado y del escritor es el cuento de Scheherezade con un mal final: en casi ningún caso la persona entrevistada logra, por así decirlo, salvarse". Cuando el periodista apaga su grabadora, transforma todo ese discurso a veces sin sentido, en la construcción de un personaje que debería de parecerse lo más posible al personaje real. Pero lo cierto es que casi nadie cuando se lee, se ve reconocido en una entrevista.
También nosotros transcribimos la entrevista a programas informáticos. ¿Qué queda en ese paso de la persona que estuvo hablando con nosotros? ¿En qué se parece al personaje que hemos creado?. ¿Cuanto hay de nosotros en los informes? Por muy objetivos que queramos ser, los informes siempre buscan un orden, un equilibrio, un lugar donde los personajes actuan con una cierta lógica. Pero la vida real es un caos, y las personas de carne y hueso son muchísimo más complejas que en nuestros informes. Así que, inevitablemente, acabamos construyendo un mundo entre la realidad y  la ficción.
Quizás días después, en un ejercicio de supervisión, el caso sea expuesto ante profesionales que leerán la historia y tomarán sus conclusiones. Pero, ¿quién de nosotros se vería reconocido en un informe de servicios sociales?
Quizás la imposibilidad ontológica de crear personajes totalmente fidedignos nos ayude a ser más prudentes. Juzgar sólo los hechos y evitar algunas interpretaciones.
Quizás es que nuestra profesión tiene mucho de imposible.  

Ilustración: C.J. Burton.

8 comentarios:

Ana I. dijo...

Hola, Sera,
qué entrada tan socioconstruccionista...tomo nota mental de las reflexiones para cuando llegue el momento ;-) Ana. (Reus)

Anónimo dijo...

Currado, espléndido.

Educadora social en apuros dijo...

Me he visto muy reflejada en lo que escribes. He reflexionado sobre ello cuando transcribo las entrevistas con mis usuarios y comprobar cómo se plasma en 4 rayas en el ordenador lo que a una persona le ha costado semanas de elaboración y minutos de explicación.

Brillante. Una vez más.

Anónimo dijo...

Había leido muy pocas cosas sobre la entrevista para es y me ha parecido genial.
Un beso Quique/sera

Elena

Miriam dijo...

Me ha encantado, me he sentido muy identificada con el tema, no solo en la transcripción de las entrevistas, sinó tambien de las intervenciones.

Gulimina dijo...

que bien me hubiera ido leerte antes del viernes, despues de seis tutorías con adolescentes ya no sabía como mantener el hilo de la entrevista a pesar del guión. Y ya no digamos la dureza de transcribirlo en un informe de seguimiento. Gracias por acompañarnos con tus letras y facilitar la reflexión sobre nuestra tarea educativa.

Rosa Chover dijo...

fantástico, tienes toda la razón, es mágico cuando alguien te entrevista, quiere saber de ti y de nadie más que de ti, tu vida, tu experiencia, cómo llegaste a esto o a aquéllo, es maravilloso, y por eso creo que los artistas -constantemente entrevistados- se convierten -si no lo son ya- en unos grandes ególatras... no es lo mismo pero una sensación parecida la puedes experimentar con una cita, cuando estás con alguien que quiere saber de ti, y te pregunta esto y lo otro mirándote a los ojos, y tú sabes que hay cosas que tienes que decir y otras que deberías callar, pero al final te puede más el 'ahora yo' y qué carajo sueltas todo lo que te apetece, qué momento! el papel del entrevistador es infinitamente más difícil que el del entrevistado...

Asier dijo...

Simplemente mágico y magistral. Como la entrevista misma.

Un abrazo Quique.