lunes, 10 de diciembre de 2012

LOS SÁNCHEZ (1)


Alaska, 10 de diciembre de 2012, 

La historia de Los Sánchez es una historia dulce. Ella salía de la fábrica de caramelos donde trabajaba, con pedacitos de sabores incrustados en su bata que luego devoraban sus hermanos al llegar a casa, y él  la iba mirando llegar, con la chulería que le daban sus cinco años de ventaja.

Mis padres son cordobeses y vinieron a Cataluña en los sesenta. Como ellos mismos dicen, con un punto de arrogancia y mala leche, marcando las diferencias, son “de la misma Córdoba”, que quiere decir que no son de ningún pueblo. No es un dato baladí, si algo imprime el carácter de mis padres, aunque eso lo he ido comprendiendo después, es que son unos urbanitas del copón, por mucho que les haya tirado siempre la sierra, el campo o el huerto.
Serafín y Ana no responden ni a los estereotipos ni a los prejuicios que algunos lugares de España tienen sobre los andaluces. Ni toros, ni juerga. Ni graciosillos, ni gandules.

Mi madre es una andaluza que habla mucho. Muchísimo. Su capacidad para hablar durante horas sobre cualquier tema deja en pañales al Fidel Castro más en forma. Con los años su sordera ha agudizado esta característica. Con las dificultades y la impotencia de no poder mantener una conversación que no sea a gritos, lo suyo se convierte en un monólogo avasallador. Posee además una memoria portentosa que ha heredado mi hermano Rafa. Es muy culta, lee todo con voracidad: novela, ensayos, reportajes. Cuando habla de Córdoba, habla tanto de arte, de historia, de literatura, de juderías, de belleza, de agua corriendo por los patios que hace que yo siempre piense en esa ciudad como la más ilustrada del mundo. Tiene tanta  facilidad para explicar chascarrillos inverosímiles y comentarios de vecinos igual de inverosímiles, salidos del mejor Berlanga,  que a veces parece que te esté hablando de Macondo y no de Badia, que es el lugar donde viven ahora. Si no hubiera nacido en la España ruin donde nació estoy seguro de que hubiera sido una estudiante brillante.

Mi padre habla poco, como corresponde a un hombre que está al lado de una mujer como ella. No es hombre de bares ni de grupos. Es de esa clase de hombres que aprecia todo el mundo, que todo el mundo quisiera a su lado, supongo que porque desprende suficiencia y es muy leal. Pero se basta con los paseos con mi madre, las visitas de sus hijos y el fútbol, ahora que le han arrancado el huerto para hacer un Ikea. Creo que no ha pisado nunca el casal de ancianos de su barrio, ni lo pisará. No por nada, es que no le va. Tiene un humor muy fino, muy irónico, de una sola frase que condensa todo lo hablado y lo vuelve del revés. Últimamente muy interesado por la política, muy al día. De una tranquilidad aparente, pero en realidad un nervio. Un hombre de prontos. De niños nunca nos pegó, pero bastaba su voz huracanada para acojonarte vivo. Un trabajador enorme, antes y ahora que está jubilado. Es del Madrid, porque no se puede ser perfecto, lo que ha provocado no pocas bromas entre él y yo, que soy del Barça.

Vinieron a Barcelona huyendo de una Córdoba donde se salía a duras penas del tiempo del hambre. En alguna foto de los últimos tiempos en Andalucía están famélicos, con la cara crispada y chupada. Viendo esa foto entiendes como dejaron tanta belleza y tantos recuerdos atrás en busca de  un lugar mejor para vivir.
Tampoco mis padres cumplen ese estereotipo que los expertos en inmigración repiten como un mantra, la del retorno, el sueño de volver a “su tierra”. Quieren a Córdoba, de eso estoy seguro, porque cualquiera que haya visitado Córdoba y no sea un ignorante tiene que quererla. Han vuelto muy poco desde que murieron mis abuelos. Supongo que se han emocionado recorriendo las calles de su juventud, el hogar de sus padres,  los rincones de sus primeros besos. Digo supongo porque mis padres son poco dados a expresar sus sentimientos. Pero Córdoba no fue para ellos un lugar en el mundo donde quedarse. Han visto a sus hijos nacer y crecer en Cataluña y no les he visto dudar nunca sobre el lugar donde quieren estar. Para ellos el concepto de “tu tierra” es mucho más amplio que el lugar donde uno nace, lo cual tiene sus desventajas pero te hace libre de fidelidades forzosas. Para ellos “tu tierra” está ligado también, y mucho más, a la memoria, a las personas y  los acontecimientos. Es un lugar de acumulación donde solo se tira lo que te hace infeliz. Ese pragmatismo sentimental, este cosmopolitismo forzado, por decirlo de algún modo, ese distanciamiento, lo hemos mamado sus cuatro hijos. Una identidad fragmentada, heterogenea, líquida, hecha a pedazos en la que, sin embargo, se lucha a muerte por cada pedazo y no se reniega absolutamente de nada. Es así, para lo bueno y para lo malo.

Los cuatro hermanos nacimos en Barcelona en la década de los 60. Cuatro, tres hombres y una mujer, nacidos de dos en dos años, empezando por el 63. Era una Barcelona donde todavía vivía Franco. Vivíamos en el Carmelo, en sus últimas barracas , como escribió Juan Marsé. Una España y una Barcelona todavía muy miserables.

(Continuará)
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4 comentarios:

Charo dijo...

Sera me ha emocionado este ecrito hablando de tus padres y família, no sé, quizás porque mis padres también son de Córdoba, quizás porque me he visto identificada en algunos de los parágrafos de tu texto, quizás por ese recuerdo que ha venido a mi memoria de mi infancia en Córdoba, quizás porque es enternecedor hablar de los padres de uno como tú lo has hecho, quizás porque esa fotografía supongo de "Serafín y Ana" me ha hecho pensar en aquellos tiempos y en los que estamos viviendo ahora, quizás......Los padres nuestro mayor orgullo. Me ha encantao compi.

lucce dijo...

Precioso, amigo... Como a Charo, a mí también me ha emocionado tu texto... Quizá porque, a pesar de ser mucho más joven que tú (jajaja), yo también tengo a mi Serafín y a mi Ana (Maximino y Dolores, en este caso), con una biografía casi idéntica (sustituya Córdoba por Cáceres y Barcelona por Barakaldo) y porque los carácteres de muchos de esos padres, de muchas de esas generaciones se echan ahora mismo un tanto de menos...

Supongo que hablamos de algo tan manido en la Educación Social como la pérdida de valores, de unos valores que esos Serafines, MAximinos, Anas y Dolores representaban y representan...

En fin... precioso. Gracias.

Noelia dijo...

Me ha encantado cómo has descrito a tus padres y su particular manera de sentir la pertenencia a un lugar.

Me recuerda también a la historia de mi familia, que vinieron de Córdoba, por parte de padre, y de Granada, por parte de madre, en busca de un futuro mejor.

Creo que es la historia de muchos en este país y ahora más que nunca es un buen momento para recordarla.

Gracias por ponerme la piel de gallina y por compartir tu historia con nosotros.

Trabajarconjóvenes dijo...

Chapeau. Sin más. Es bueno no olvidar lo que somos y lo que fuimos.