lunes, 22 de febrero de 2016

PSICOFÁRMACOS SÍ O NO (O TODO LO CONTRARIO)



Alaska, 21 de febrero de 2016,

Combate de cerebros en El País. Whitaker versus Gutiérrez, el periodista contra el psiquiatra. Hace un par de semanas El País entrevistaba a Robert Whitaker, premio Pulitzer y autor de Anatomía de una epidemia. Whitaker atacaba a los psiquiatras. Los acusaba de recetar pastillas solo por adquirir prestigio delante de la profesión, "prescribir pastillas les hacía parecer más médicos", y para favorecer a las farmacéuticas, aun a costa de la salud de los pacientes. El periodista negaba que la esquizofrenia o la depresión tengan nada que ver con un desequilibrio químico. Afirmaba en la entrevista que los psicofármacos solo aumentan la cronicidad de los trastornos, cuando no los inventan: "Están creando mercado para sus fármacos y están creando pacientes". 
Una semana después, Miguel Gutierrez, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría respondía a Whitaker con un artículo de título inequívoco: Psiquiatría sí, naturalmente. Dice Gutiérrez que la revolución psicofarmacológica ayudó en los cincuenta a la desinstitucionalización de los enfermos mentales graves, encerrados en centros y excluidos de por vida por considerase, hasta entonces, incurables. Le sorprende que Whitaker no distinga entre la ansiedad (consustancial al ser humano) y la ansiedad patológica, causa de mucho sufrimiento para la persona que la padece: “Plantea este señor -Whitaker- que la enfermedad mental no es una enfermedad cerebral. Cree al parecer que el cerebro es el único órgano del cuerpo que nunca se pone enfermo y siempre presenta un perfecto funcionamiento. Y que las enfermedades mentales se curan con palmaditas en el hombro. ¿Desde cuándo la actividad mental no está determinada por el cerebro?".
Reconoce Miguel Gutierrez que hay un aumento general de la medicación, producto del acceso a mejores servicios médicos y que quizás hay cosas corregibles. Pero dice, perplejo, que cuando se trata del cerebro las críticas son mucho más graves que cuando se trata de medicamentos contra la hipertensión o la diabetes, por poner algunos ejemplos. Es cierto, hay más antipsiquiatras que anticardiólogos. Es evidente que el cerebro, el yo, genera más pasiones que los riñones o las arterias.

Estaba acabando de escribir el post sobre estos dos hombres, cuando ayer domingo, con el café y el periódico (es lo que tiene ser un adicto) leía distintas reacciones. Por ejemplo el artículo de Mikel Munarriz, presidente de la Asociación Española de Neuropsiquatria, que ve pertinente y necesario el libro de Whitaker y su crítica, y abunda en la idea de que los psicofármacos son necesarios como apoyo, pero no son la solución: "Podemos criticar que se receten muchos antidepresivos, pero con los que nos ahorremos hemos de organizar una sociedad que no se vea abocada a pedirlos". En la misma linea escribe el psiquiatra Manuel Desviat, apuntando que el libro de Whitaker no cuestiona la medicación psiquiátrica, sino su abuso, algo en lo que él coincide. Desviat apuesta por la psiquiatría comunitaria, donde "hay precisamente una ruptura frente al reduccionismo de la psiquiatría del cerebro, hay un planteamiento que amplia la mirada a lo psicológico y a lo social". Por último,  Nel A. González, presidente de la Confederación Salud Mental España, también apoya una visión holística del trastorno mental y sobre todo aboga por un abordaje de la salud mental desde diferentes disciplinas entre las que incluye (¡oh, la, la!) la educación social

Iba a ser un post cortito y se me está yendo de las manos. Sería deseable que el debate sobre la medicación o su exceso fuese un debate sosegado y, sobre todo, científico. Aunque los datos siempre son interpretables, al menos que haya datos e investigaciones rigurosas, que no quede la cuestión reducida a opiniones, percepciones y modas. En este sentido, la discusión en las redes sociales no ayuda mucho. En las redes todo es a cara de perro, y casi siempre gana la adscripción al movimiento antiloquesea. La secta más que la razón.
En mi experiencia de trabajo con psiquiatras infantiles, la mayoría son muy cautos a la hora de medicar. En una ocasión, hace muchos años, un psiquiatra me pidió, medio en broma medio en serio, que le dijera a las escuelas que no derivaran con tanta alegría niños a los centros de salud mental (en Cataluña, los CSMIJ), niños que podían ser tratados perfectamente en otros servicios de carácter socioeducativo. En ocasiones eran algunos profesores los que les presionaban para que medicaran, esperando el milagro de la pastillita que parara el movimiento continuo del alumno. Cada vez más, psiquiatras y psicólogos de centros de salud mental cuentan con la participación de otros profesionales: profesores, educadores, trabajadores sociales, para dar una atención integral a la persona. He participado en alguna experiencia muy interesante en este sentido, en la que se supera la mera coordinación o derivación entre profesionales para trabajar, por fin, juntos. Será importante aquí comprobar si este enfoque, más comunitario y multidisciplinar, tiene mejores resultados que el exclusivamente biológico o el exclusivamente social. Intuyo que sí, pero solo con la intuición no se va a ninguna parte. 
Lo social es muy importante. También lo es la química del cerebro. Parece que el tratamiento de la salud mental, presente y futuro, se mueve en estas dos aguas. Mejorar la pastilla y el contexto. El cerebro y la vida. 




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