Alaska, 5 de enero de 2017,
Interesante artículo de la psiquiatra M. Teresa Campillo Sanz, del Instituto de Neuropsiquatria y Adicciones, en el último número de la revista Quaderns d'Educació Social.
Campillo escribe que la percepción que tienen los profesionales con los que trabaja es que muchos de los factores estresantes que presentan sus pacientes están relacionados en los últimos años con la crisis económica. Pero no se queda en su percepción y en el artículo se propone revisar cual es la evidencia científica que la demuestra o la niega.
En esa búsqueda encuentra cosas interesantes. Cita el estudio IMPACT, de Margalida Gili, que compara datos del 2006 y del 2010, donde aparece un aumento estadísticamente significativo de los trastornos del estado de ánimo, de ansiedad, depresivos, trastornos somatomorfos y del consumo de alcohol asociados a tener algun familiar en paro, dificultades por el pago de la hipoteca, etc. Algunos datos les sugerían a los autores del estudio que el impacto del paro es mayor en la salud mental de los hombres respecto a las mujeres debido a las responsabilidades familiares y la clase social . A parecidas conclusiones llega la investigación encabezada por Xavier Bartoll (2013), aunque los autores lo atribuyen al hecho del rol social del hombre como "sustentador principal". Estos datos me recordaron un post (Cuando me emociono, 2012) que yo había escrito en el que hablaba sobre hombres que venían a mi despacho y sobre emociones.
En el artículo se citan otros estudios que contradicen los anteriores, como el de Ketevan Glonti (2016), que analiza diez factores sociodemográficos durante diferentes períodos de crisis, y en el que los autores encuentran que la salud mental de las mujeres aparece como más susceptible a la crisis que la de los hombres y donde el estatus laboral está asociado a la salud mental.
De igual manera se puede hablar de los datos que tenemos en cuanto a la relación entre crisis económica y suicidio. Impresiona leer que el suicidio es la primera causa no natural de defunción, En España el suicidio ha aumentado en las últimas décadas, dato especialmente relevante entre la población de 15 a 24 años, siendo la franja de 25 a 34 años la causa principal de muerte en hombres y la segunda en ambos sexos. Respecto a la crisis económica, hay estudios para todos los gustos y en los que se refleja mucha discrepancia a la hora de interpretar los datos. Algunos (Lopez Bernal, 2013) relacionan ciertos suicidios con la crisis. La pérdida de ocupación, la tensión financiera, etc. provocarían cosas como la pérdida del control personal, rupturas matrimoniales, reducción del soporte social o el aumento del consumo de alcohol que provocarían a su vez enfermedad mental y suicidio. Otros estudios, como el de Julian Librero o el de Miguel Roca (2013) critican la metodología utilizada y concluyen que se deberían evaluar otros factores (por ejemplo las patologías subyacentes) antes de proclamar la relación entre suicidio y crisis.
Sea como sea, y como termina Campillo en el artículo, los datos no son concluyentes y falta tiempo e investigación para confirmar muchas cosas sobre la relación entre salud mental y crisis. También se evidencia (esto lo digo yo) la dificultad a la hora de interpretar datos estadísticos y quizás la imposibilidad, al menos de momento, de dar una respuesta científica al asunto teniendo en cuenta la cantidad de factores que intervienen. Quizás esta conclusión pueda ser decepcionante para algunos, en estos tiempos de certezas facebookeras y afirmaciones indiscutibles. Yo la encuentro sanísima. Para que luego digan que la ciencia es dogmática.
El último número de Quaderns trae en sus páginas este artículo, incluido en un monográfico dedicado a la salud mental, y trae muchas cosas más, acompañadas por las magníficas ilustraciones de Patossa. No se lo pierdan estimados lectores. Y tengan todos ustedes un feliz año.
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El viernes 13 de enero vuelve Educador social en Alaska en la sala Almazen. A las 21h.
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