Alaska, 1 de marzo de 2017,
Fue
en el verano de 2011, con muchos Servicios Sociales a medio gas por las
vacaciones, cuando la Generalitat, sin previo aviso, obligó a las personas que
estaban cobrando la RMI a presentarse en sus oficinas. Sembraron el caos y dejaron a cientos de familias a la intemperie. Decían perseguir el fraude (a posteriori
reconocieron que no manejaban ni un solo dato y que nada justificaba una medida
tan desproporcionada) y lo hicieron de la manera más abusiva y vergonzosa, a espaldas de los ciudadanos y de los profesionales que los atendían. Claro
que Artur Mas presumía entonces de ser el líder de los recortes en España. La
RMI, una renta básica que las familias cobran cuando tienen cero ingresos, cero,
pasó a tardar ocho meses en cobrarse desde que Servicios Sociales iniciaba el
trámite. Ocho. Apenas un año antes, Vila d’Abadal, entonces alcalde
de Vic, se negaba a empadronar a los inmigrantes en situación ilegal,
medida con la que solo se conseguía que esos inmigrantes no pudiesen acceder a la sanidad
o la educación. Todo eso pasó mucho antes de que el president Mas se convirtiese
en el antisistema que es ahora y mucho antes de que algunos de los suyos, que
callaban ante el alcalde de Vic, participasen en la multitudinaria
manifestación a favor de la acogida a los refugiados en Barcelona de hace una
semana.
En
ese contexto escribí Alaska 2099, la segunda parte de Educador social en
Alaska, que volvemos a reponer ahora en la sala Almazen (3 de marzo). Una
Alaska más inhóspita y menos amable que la primera. Una Alaska donde el control ha ganado el pulso a la educación. Os esperamos en el teatro:
Teaser Trailer ALASKA 2099 from Pantalla Global // CCCB on Vimeo.
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