EDUCADOR DE VERANO(parte 7): (H)OLA DE CALOR

No por mucho tempranar amanece más madrugo, me digo, boqueante e hinchado por la canícula, cuando el hijo de su madre del despertador suena a las siete, como cada mañana.

El año se está haciendo más largo que un día sin pan. Hoy no esperaba a nadie, ni nadie ha venido de improviso. ¿Quién va a venir con la que está cayendo? Tal vez algún marroquí, acostumbrado a este calor sahariano. Pero, que va, la mayoría de marroquíes de Alaska ya han cargado sus bártulos en el coche, todo un arte de equilibrio, y se han ido para Algeciras, a cruzar el estrecho.

Aquí quedamos cuatro gatos, tristes y azules, preparando el curso que viene. Si los técnicos no nos adelantamos y marcamos un poco el ritmo, los políticos acaban decidiendo sobre cosas de las que no suelen tener ni idea. Intentamos diseñar buenos proyectos que mejoren la vida de los ciudadanos, asumibles económicamente y rentables políticamente. También un arte de equilibrio, que ríase usted el Cirque du Soleil.

Por lo demás, en el almuerzo hablamos del estado de las cosas, que se resume pronto: Nadal, De Juana Chaos, la Crisis y las Olimpiadas. También hablamos de Karadzic, un barbudo criminal, al que tenían por un gran hombre, y de la muerte de Solzhenitsyn, otro barbudo, que encerraron como un criminal y resultó ser un gran hombre. El autor de El archipiélago Gulag, premio Nobel, no es tan conocido como el otro. Parece que da más fama construir campos de concentración que derribarlos.

Por la tarde ha empezado a tronar. Es la ola de calor, que cantaban los Radio Futura. Se atormenta una vecina...digo... se avecina una tormenta. De verano, como el tinto.