lunes, 15 de diciembre de 2008

JUANA Y SUS HERMANAS

Juana tiene 22 años. Trabaja en una peluquería. Le gusta leer. Tiene el graduado escolar y quiere estudiar para ser profesora. Es seria, educada, tranquila.
Paqui tiene tres años menos que ella. Dejó los estudios en tercero de la ESO, con un expediente lleno de expulsiones y agresiones a profesores. Es un torbellino. No trabaja. Hace un mes, Juana la denunció por agredir a su madre.
Rosa tiene catorce años. Es muy buena estudiante y le gusta el deporte. De mayor quiere ser veterinaria o estudiar algo relacionado con la educación física.
Juana, Paqui y Rosa son hermanas. Conozco a las tres, aunque es con Paqui con la que más hablo, por razones obvias, aparte de con sus padres.
¿Por qué son tan diferentes tres mujeres que han estado educadas por los mismos padres?
No lo sé. Nadie lo sabe del todo. Aunque creo que en las respuestas a esta pregunta están las claves de la educación. Y el tipo de respuestas que damos a esta pregunta condiciona los modelos educativos que utilizamos.
Vamos a empezar por relajar a los padres, aunque sólo sea para variar y oír otro tipo de discursos.
Según los últimos estudios en genética conductual , el efecto de criarse en una misma familia es menor que el efecto de los genes (Turkheimer, 2000). Vaya, que la influencia de los padres (excluyendo los casos extremos de negligencias o malostratos) es mucho menor de lo que se piensa. Aunque creo que no daré todavía la buena nueva a los padres de Juany, Paqui y Rosa.
Pero, si dar demasiado la vara a los padres, más allá de lo razonable, parece que sirve de poco, hay otros factores donde tal vez vale la pena poner el punto de mira. Y es que la genética conductual también ha demostrado que una parte importante de las diferencias conductuales no se explican por los efectos de los genes ni de las familias. Hay un tercer factor que muchos expertos sitúan en el medio no compartido por los hermanos. Parece que las personas siguen el modelo de sus iguales, no el de sus padres. Osease, que lo que muchos padres intuían, "las compañías", las malas o las buenas, tienen un peso enorme en la conducta de su hijo. Es lo que la psicóloga Judith Harris llamó, "Socialización de grupo", en su provocador libro "El mito de la educación". Algo que explica, entre otras cosas, porque los hijos de inmigrantes absorben del país de acogida no sólo el lenguaje, sino también la cultura, y acaban pareciéndose más a sus amigos que a sus padres, mal que les pese a estos últimos.

Aportaciones interesantes de la ciencia que no agotan el debate, por supuesto, pero que no deberían ignorarse. Es sorprendente, pero la genética conductual viene a reforzar las antiguas intuiciones de los educadores sociales. Nos devuelve la responsabilidad que nos pertoca en el cuidado de la salud de los barrios donde se mueven los adolescentes y de la cultura en que se integran los grupos de iguales (un buen argumento para seguir proponiendo a nuestros políticos ludotecas, centros de tiempo libre, etc.)

Respecto a los padres, hummm, entre usted y yo, así, por lo bajini, sabemos que importan, más de lo que parece, pero tal vez, con el permiso del omnipotente Freud, claro, y a la espera de estudios más concluyentes, no haga falta hacerles tan culpables de TODO lo que les pasa a sus hijos.
¿No?
Alaska, 15 de diciembre de 2008


7 comentarios:

BLQ dijo...

razón tienes y me alegro de que haya estudios para demostrar esto, sin embargo, yo pensaba que era obvio pues los hijos pasan con los padres menos horas que las que pasan con sus amigos y, en algunos casos, incluso menos horas que con los maestros y maestras.

Según mi opinión, al final la educación de los pequeños y lo que serán en un futuro depende mucho del entorno.

CRISTINA dijo...

Es siempre muy muy interesante leerte.

Saludos.

Meiga en Alaska dijo...

Yo me pregunto qué es lo que ocurre una vez pasada la adolescencia y los años más jóvenes de la adultez, es decir, una vez pasada la época de la vida donde la presión social por parte de las "compañías" es mayor.

Una vez que la persona tiene que valerse por sí misma y convertirse realmente en adulto, ¿se mantienen esas diferencias? O quizá el temperamento de las hermanas se haga más uniforme y lo que han mamado desde la cuna salga más a relucir?

No sé, no sé si tiene mucho sentido mi pregunta, pero es algo que siempre me ha rondado la cabeza.

Un beso

ladyMirinda dijo...

Uf, me quedo más tranquila...que lo que yo suponía tiene hartos estudios que lo demuestran. Lo empecé por ver en mi propia familia, entre mis propios hermanos y luego empecé a observarlo entre mis conocidos y ya estudiando E.S. lo pude confirmar. Sin duda, el tema de "pertenencia entre pares" (no querer ser diferente de la mayoría, identificarse) sobre todo entre los adolescentes, hace que el ambiente sea de mucho peso y creo que incluso entre hermanos hay un tema generacional; no es lo mismo cuando yo tuve 18 años que cuando los tuvo mi hermano menor...
Además soy de la idea que a nuestros padres les podemos echar la culpa de nuestros problemas hasta determinada edad, luego ya somos lo que queremos, lo que elegimos y lo que ellos opinen nos importa bastante poco y bastante poco caso les hacemos.
Un gusto leerte, Kike....

Anónimo dijo...

Hola Quique,
Veo que la idea de que los genes importan empieza a ser reconocida entre los que se dedican a las ciencias sociales (¡he tenido tantas discusiones al respecto!). Me alegro, pero no quiero dejar de apuntar que "los genes son importantes pero no el 100%" (más bien el 50% pero eso depende de caso y la cuantificación es harto difícil). Por supuesto, la educación no es que se a importante: es clave.
Un saludo y gracias por el link

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