Ha venido la persona responsable de Cáritas a desayunar conmigo. Teresiña está de vacaciones. Yo he pedido un mini de jamón y una cerveza sin alcohol. Ella pide un agua. Lleva el bocata de casa, envuelto en papel de plata. Por ahorrar, supongo, como yo hago a veces. O por marketing, vete a saber.
Dice ella, coincidiendo con El País en un artículo de ayer mismo, que están desbordados. Cada vez viene más gente a pedir y ellos tienen lo mismo para dar. Diez contra uno (que nunca he sabido muy bien que coño significa, pero queda dabuten en las pelis) a que desbordados gana en el ranking de palabrejas que usamos en este gremio.
¿Porqué en época de vacas flacas es Cáritas quien da la cara ante los medios, pero la administración no dice ni mú? ¿No tiene datos, ni memorias, ni gráficos? ¿Dónde están los periodistas con sus micrófonos y su incordio?
En fin, tanta historia sobre dejar de lado el asistencialismo, tanta teoría y tanto cuento para que cuando vienen tiempos difíciles de verdad los servicios sociales conviertan la ayuda en caridad.
Pues claro que cuando no hay para comer el asistencialismo es necesario. La carne, la leche y el pan lo son. Pero el Estado (y los ayuntamientos lo son) debería gestionar el asistencialismo y no humillar a sus ciudadanos.
Hubo un momento de la historia en que el Estado delegó muchas de sus responsabilidades hacía las entidades sin ánimo de lucro o ONG. Parece que se desprendió bien de sus obligaciones, porque las ONG aparecieron como la panacea ante una maquinaria burocrática e incapaz. Era el no va más de la progresía y lo alternativo (alternativo, otra palabreja a la que se le presupone un valor añadido ante el que nadie osa toser)
A mi me parece muy mal que el Estado delegue cosas que le competen, como la alimentación de las familias más empobrecidas, o el cuidado de los menores desamparados. Estoy en facebook y tengo un blog, pero en eso soy un antiguo, qué vamos a hacerle.
Pero ya que lo hace, lo de delegar digo, podría supervisar un poco más, sobre todo cuando es él el que pone la pasta.
Donde supervisar quiere decir, entre otras cosas, pedir cuentas de lo que esas organizaciones hacen, pero también dotarlas de los recursos necesarios para que puedan hacerlo. Evitar la precariedad laboral en esas entidades privadas y velar para que el trabajo que realicen sea exquisito. Y la que no funcione se le cierra el grifo. ¿No trata de eso la ley de mercado que defienden los que defienden la privatización de los servicios sociales?. Pues que se apliquen el cuento.
Pero ¿qué va a hacer la administración si es la primera que permite que dentro de su casa se den diferencias salariales entre los trabajadores, según los contrate ella misma, o los subcontrate a través de otra entidad?
Sí, ya sé, ya sé, me disperso. Empiezo con un tema y acabo, casi no sé ni cómo, en otro.
Pero hace calor y no es cuestión de dar la brasa. Acabamos hablando en el bar de algo más ligero: "¿cuando haces las vacaciones?" "¿A donde vas?" y también "¿estás en facebook o en twitter?" que son como los Juegos Reunidos Jeiper de ahora, versión 2.0.
1 comentario:
Hola Quique tienes razón, en mi pueblo la gente hace colas en càritas, para una bolsa de comida. Parecen otros tiempos. Pero los ayuntamientos están "desbordados" y tampoco tienen recursos. Es vergonzoso
E.
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