domingo, 29 de junio de 2008

PAULO GOOGLE

Este año he vuelto a gestionar una ayuda para X. Todavía no le he puesto cara. Es una usuaria de servicios sociales moderna, sin duda. Tiene Internet y scanner en casa. Con cuatro o cinco emails lo resolvemos todo.

Este no es el futuro, este es el presente más inmediato. Con la universalización de los servicios sociales (que hace tiempo que dejaron de ser un servicio exclusivo para los marginados de la sociedad), de aquí a un par de generaciones las entrevistas con web cam, o los seguimientos por correo electrónico, dejarán de ser una quimera. Es inútil que discutamos si eso será bueno o malo, la cuestión es que es imparable. Así que sería mejor ir preparando el terreno. Si la aprovechamos bien, la tecnología puede dejarnos tiempo para pensar y para hacer sólo entrevistas personales de cualidad.

Mientras eso llega, estos días me he dedicado a hacer, hacer, hacer y hacer: acabar informes, registrar datos, gestionar ayudas, etc. Hay días en que soy tremendamente resolutivo. Eso sí, de hacer mucho, pero de pensar poco.
Ser resolutivo no sería algo preocupante si no viera, desde todos los confines de Alaska, que se impone en servicios sociales un modelo de gestión donde se prima mucho más la acción que la reflexión.

El otro día leía un artículo sobre las condiciones de trabajo en Googleplex, las instalaciones de Google. Un ambiente cómodo y relajado, con todo tipo de facilidades para estimular la creatividad. No voy a comparar yo los servicios sociales con Google, pero ya me gustaría a mí que nos pareciésemos en algo.

Seguro que si Larry Page y Sergey Brin, los fundadores de Google, tuvieran que repensar los servicios sociales de atención primaria, incluirían periodos de reflexión en todos los equipos y, sobre todo, preguntarían a sus empleados cómo mejorar los servicios sociales, porque nadie como ellos lo sabe: cómo mejorar estructuras, circuitos de derivación o protocolos. Reflexionar sobre los modelos educativos con los que se está trabajando, optimizar recursos, etc.

También intentarían introducir espacios donde quepa la innovación: nuevos formatos, proyectos socieoeducativos originales, desarrollo de las TIC, en fin, todo eso. Y, por supuesto, introducirían espacios para el cuidado del personal y mejorarían sus condiciones laborales. Pondrían, sin duda, patas arriba el edificio de servicios sociales y de paso cuestionarían funcionamientos anclados en la historia. Todo ello, con el convencimiento de que, a la larga, siempre es mucho más rentable tener a los trabajadores contentos que controlados.

¿Ciencia ficción? También lo era Google hace años y lo inventaron dos imberbes en el porche de una casa. Estoy seguro que hay cientos de cerebros por ahí haciendo becas de comedor a los que nunca se les ha dado la oportunidad de desarrollar una buena idea.

Si Paulo Freire hubiera podido, habría inventado Google y, después, la Wikipedia.

De momento, los políticos y tecnócratas que diseñan los servicios sociales no suelen tener la mentalidad de Page y Brin, así que habrá que seguir insistiendo desde las trincheras, a ver si nos oyen.

* Cortesías de Canal solidario.org

Alaska, Oé, Oé, Oé

miércoles, 25 de junio de 2008

CALOR.ES


Un día tranquilo.

Teresiña y yo hemos hecho la última reunión con la escuela en nuestro bareto habitual, entre cocacolas y minis de jamón. Las profes estaban exultantes y nos hemos reído con ganas. La directora estaba desconocida, radiante. A la gente la sacas de su contexto habitual y te ofrece su mejor cara. A las profesoras, por lo demás, cuando se acaban las clases, les queda un semblante de merecida alegría que se contagia. Risas y guiños de complicidad. Un año más. Un año duro. Toda profesora de primaria es una sobreviviente.

Con el calor todo se aletarga. Salvo situaciones excepcionales y urgencias de última hora, los usuarios se relajan. Uno se lleva los niños a la piscina o al pueblo con los abuelos, o simplemente habla del calor que hace mientras suda y hasta las penas se toman una tregua.

Sí, es cierto que con este calor, y el que vendrá, cualquiera podría matarnos ante una ayuda denegada, porque el calor entra por las sienes y va directamente al cerebro. Entrar en el ayuntamiento y ametrallar todo lo que se mueva. Aunque esto no es América y la gente no va con una recortada por la calle. A lo sumo sería un cruce de navajas. Pero el verano tiene sus amortiguadores: si no es la piscina, es el tinto de verano, y si no es Casillas parando penaltis o Nadal dando raquetazos.

El espacio metafórico por excelencia que demuestra que en verano todo se detiene es El Camping. Paraíso familiar donde todo cabe menos unos servicios sociales. Un buen camping funciona a la perfección: la piscina, la pista de basquet, los lavabos o el cine de verano. La gente se saluda por la mañana, espera su turno en el super sin impacientarse, habla bajito para no molestar, o convida a la barbacoa al del bungalow de al lado. Los niños juegan sin pegarse y los hombres lavan los platos. Sin tráfico, sin obligaciones, sin prisas, sin libros del cole, sin hipotecas, sin drogas, sin malostratos, sin problemas.


El objeto de trabajo de un educador social siempre está entre los exteriores de un camping.

* Cortesías desde Igualada.

Alaska, 25 de junio de 2008

jueves, 19 de junio de 2008

PUENT(ES) DE ALASKA

La única manera de desconectar del trabajo que conozco es no hablar de él en unos cuantos días. Así que este blog se despide de ustedes hasta el miércoles.
Si ven un alce por ahí, con gafas de sol, sorbiendo una cerveza con ayuda de una pajita, no se sorprendan. Cuando bebo soy bastante ruidoso. Eso que tenemos los alces. Y tampoco se molesten si no les saludo cuando me cruce con alguno de ustedes, queridos lectores (término que, en mi caso, incluye a las lectoras, por mucho que diga la corrección política). Si son ustedes educadoras, psicólogas, trabajadores sociales, profesores, y otros especímenes del ramo, les intentaré dar esquinazo. No lo confundan con descortesía. Es sólo que ya basta por unos días de pedagogía: viva el fútbol y las tapas y los chistes malos y los daikiris y la tele y el sofá y la siesta y el no hacer ná de ná y las lecturas sosegadas y la siesta (ya lo he dicho) y la cerveza fría (no helada) y el gazpacho y la siesta y...

Feliz puente (lo tenga usted o no lo tenga).


Tengan cuidado ahí fuera. Alaska, 19 de junio de 2008

martes, 17 de junio de 2008

CAÓTICA ANA


Ana es caótica. A veces se duerme y sus niños no van al cole, otras deja de ir al psicólogo infantil, o va cuando no toca. Aparece por los servicios sin hora concertada. Es servicial con la escuela cuando no debería serlo, y se enfada y grita cuando más le valdría callarse.


Pero el gran problema de Ana no es Ana. El problema de Ana es que los servicios que trabajamos con y para ella estamos siendo más caóticos todavía. Profesores, psicopedagogos, psicólogos, pediatras, servicios sociales, servicios de infancia. Lo voy escribiendo y veo que Ana es un lujo para un sistema de bienestar tan raquítico como el nuestro. ¡Qué derroche de profesionales y qué magros resultados!

Ana tiene que llevar a una hija suya a dos psicólogos distintos. Además debería ir a una escuela de padres, llevar a su hijo pequeño a refuerzo escolar y, ¿porqué no? como le viene de paso, pues que vaya a un servicio terapéutico para ella. Para una madre con cierta tendencia a la dispersión, no está nada mal. Y tiene que ir a tanto servicio porque cada profesional con quien se cruza le recomienda lo primero que se le pasa por la cabeza. Eso sí, con la mejor de las intenciones, por supuesto. El Bien, en nuestra profesión, se presupone.
Se da entonces la profecía autocumplidora: Ana acaba fallando, y el profesional de turno ve como se cumple su predicción: ¿Ves? Ana es un desastre.

No creáis que no hacemos reuniones para ponernos de acuerdo. Por reuniones que no quede. Pero da lo mismo, es uno de esos casos que producen angustia, y frente a la angustia y la urgencia no hay nada que hacer. Si la semana siguiente a la reunión, la hija de Ana ha mordido a algún niño, se arma la de San Quintín, y ya tenemos a todo cristo corriendo y tomando decisiones.

Pero, ¡coño!, ¿no habíamos decidido que al neurólogo no tenía que ir?


Si Ana no lleva a su niña al psicólogo malo (es mala madre), si la lleva peor (sí Quique, que ingenuo eres, sólo la lleva para que nos callemos, pero no colabora), si no viene a hablar con la escuela malo (no le interesan sus hijos), si viene a hablar peor (sólo viene para meter cizaña). Si no va al pediatra palo, si va es que algo malo ha pasado en casa. Más palo todavía.
Ana, que no es ninguna santita, no vayan ustedes a creerse, es la tuerta en el mundo de ciegos caóticos profesionales.

Es difícil no contagiarse. Yo me he encontrado diciendo que esta madre es un desastre, aclamado por una multitud de expertos reunidos en torno a una mesa, aunque a veces no sabría decir en qué. Los sueños de la razón producen monstruos.


Apuntes al natural: (escrito a boli rojo en el expediente, con letra ya cansada): "Replantear el caso. Poner el foco en los servicios. Clarificar, demasiados profesionales, falta definir objetivos, cosas positivas de Ana, pedir reunión urgente, que Ana sólo tenga un referente, reforzar lo positivo".


Alaska
, 17 de junio de 2008

viernes, 13 de junio de 2008

VIERN(E.S.)





Mi nieto tiene la cabeza abollada porque siempre duerme de un lado. Jonathan enséñale el bollo al señor.

Hay mañanas que prometen.

Viene Antonia, la verborreica: Es que no sabes lo que me hace padecer mi hijo -tengo que comprar huevos, que no se me olvide- Quique, es un sin vivir, y su padre, que me llama por teléfono -el seguro del coche, luego me lo apunto en la agenda que se me olvida- yo no puedo más, lo hacen sólo para castigarme -ostras, que tengo que llamar a mi padre- es que la vida -tengo hambre-. -Ya basta-. Muy bien, señora Antonia, hasta la semana que viene. Gracias por venir.

Las 11h. Mis tripas empiezan a sonar escandalosas y libres, reclamando su botín mini de jamón y café con leche. Pero antes viene Pablo con sus cuatro hijos. Tiene tantos frentes abiertos: la luz que se la cortan, que si los libros, que si las actividades extraescolares, que no me voy a ir a desayunar hasta las 12h. Pero me salva su hijo. El pequeño, Blai, de cinco años, que parece un sioux después de haberse pintado la cara de amarillo con el Pelikan que le he dejado. Mira que les digo que pinten en los folios que les doy, pero ni caso. Todos los niños de cinco años son unos graffiteros que la madre que los parió. Bueno, pues Blai me mira, se medio ríe, y dice : me he tirado un pedo. Y yo aprovecho para decirle a su padre que,antes de que nos asfixiemos, porque en las cuatro horas que llevo en el despacho sin moverme hay una acumulación de metano que vamos a estallar todos, pues que quedemos para otro día.

Desayuno con La Vanguardia, a falta de otra cosa. Los camiones ya circulan. Bueno, podré comprar huevos, aunque vuelvan los atascos para ir a casa. Manda ídem.

A la una viene una familia hipomileurista. La cuarta de esta semana. Los hipo son los que pagan una hipoteca de más de mil euros. Nada de problemas sociales. Pobreza pura y dura, sin conservantes. Con un sólo sueldo y una hipoteca euriborizada, así no hay quien viva.




A las dos viene Yolanda. Le estoy echando una mano con su hijo adolescente. Le digo que le dejaré un libro que le ayudará y asiente encantada. Me alegra acabar el día así.
¿No te sueltan los médicos, así, de sopetón, si usted fuma o no fuma? Pues un educador como Dios manda tendría que preguntar, por orden facultativo, si usted lee o no lee. Y venga, luego a recetar uno. Sin pasarse, para ir aumentando la dosis poco a poco, que luego engancha.
Para usuarios poco lectores algunos libros de autoayuda pueden ir muy bien. Y para los muy lectores también. Podemos atrevernos con algunos libros de ensayo, cuentos, alguna novela. De entrada, abstenerse aconsejar a Kafka o a Bukowski. Reconozco que es una práctica que uso poco, pero creo que voy a inaugurar en el despacho un recetario con libros recomendables a la carta.


Alaska, porfinesviernes13daunpocodeyuyuesodeviernes13peroaviernesregaladonolemireseldentado.

martes, 10 de junio de 2008

DE MADRES ABANDÓNICAS E IGUALDADES


Hay genogramas que asustan. Un frío papel lleno de círculos, lineas y nombres.
Los cuatro primeros hijos de Laura, de padres diferentes, ya no están con ella. Están con sus padres o sus abuelos. El quinto es un cuadrado unido todavía por una línea a mamá. ¿Hasta cuando?.
Un genograma se lee en frío. Son datos. Matemática social, sin rastro de sufrimiento.
La tentación de atar cabos es enorme. Se atan, sin ninguna duda, aunque algunos cabos se hagan un nudo o se rompan cuando les pones voz y cara.
Un informe social es siempre injusto con el protagonista. Es una narración hecha por sucesivos escritores. Por eso nunca sale redondo y deja cabos sueltos. Suele registrar lo peor de uno en un momento de su vida. Obvio, para lo mejor nadie necesita un informe.
Laura también fue abandonada, y ahora hace caso al determinismo, a su educación y, ¿quién sabe?, quizás también a sus genes. Por si acaso, ahí nos tiene a nosotros para contradecirla, buscando con lupa en el expediente algún indicador, algo a lo que agarrarnos. Difícil.

Le digo a Teresiña que si Laura fuera un hombre, y sus hijos estuvieran con sus madres, quizás lo miraríamos todo de otra forma. O quizás no. No sé. Una madre que abandona a sus hijos, siempre es una frase con un plus cultural y emocional añadido. A pesar de todo, ha dejado a sus hijos a buen recaudo. Un hilo del que tirar.
Siempre hay algo que rescatar de todo el mundo. Basta con alejarse un poco del papel.


Igual da__________
Uno de los retos que se proponen las Políticas de Igualdad, empezando por la Ministra de la cosa y acabando en los departamentos de toda Alaska, es acabar con la discriminación que existe entre los sueldos de mujeres y hombres que hacen el mismo trabajo. A mi me parece fantástico. De verdad.
Lo que no me parece tan maravilloso es que la misma administración pública que se llena la boca con sus flamantes Departamentos de Igualdad, repartidos por todo el territorio, permita la externalización de servicios sociales que están creando diferencias laborales bochornosas. No tengo nada en contra de buscar nuevas estrategias de gestión de los servicios, pero, hasta ahora, en servicios sociales, la externalización ha significado precariedad. Se da el caso de educadores que cobran menos que sus compañeros, en un mismo equipo, simplemente porque ahora los contrata una empresa externa, sujeta a un convenio peor.

Esta discriminación es igualitaria, eso sí. Se da entre hombre y hombre o mujer y mujer. Hasta puede ocurrir que una mujer cobre más que un hombre, dependiendo, por ejemplo, de si llegaste antes de que externalizaran tu servicio, o de si ella trabaja en un centro de menores de la administración y él en un centro idéntico pero concertado.

Será eso, que como esta discriminación no entiende de sexos, porque de lo que se trata es de ahorrarse dinero, aquí las Políticas de Igualdad no dicen ni mu. Qué van a decir, si todo queda en casa.


Pintura: Patricia Cruzat

lunes, 9 de junio de 2008

YES, WE CAN

¿Tengo cara de ser "El Cobrador del Frac"?
Por lo visto sí. Por eso la señora Y, de la inmobiliaria de aquí al lado, me llama para decirme que Pepe El Trola hace cuatro meses que no le paga el alquiler, que a ver que hacemos los servicios sociales. Pues nada, qué vamos a hacer nosotros, ¿no ve que nos estamos tocando la pera todo el día?. Pero señora, ¿a mí que me cuenta?.

En fin, si fuera sólo la de la inmobiliaria. Pero, qué va, los de la asociación de padres me llaman cada dos por tres porque los padres de Pablito o de Menganito no pagan sus deudas de material escolar. La última vez le dije a una profe que tranquila, que ya me encargaría de romperle las piernas al padre de Pablito para que pagara, pero se quedó tan impresionada que le aclaré rápidamente que era una broma, no fuera a ser que me tomara por una Anita Obregón cualquiera.

Eso por no contar la cantidad de veces que la gente me pide pisos ("porque aquí dais pisos, ¿no?"), trabajo ("a ver si colocas a mi marido en la brigada"), o que me explica que tiene un vecino que les hace la vida imposible ("ese vecino trafica, que lo sé yo, lo tendríais que investigar, Quique"). Lo que me faltaba, no soy capaz ni de cobrar una deuda y voy a tener que hacer de policía. ¡Pero si no he visto ni un episodio de CSI!

Y es que esto de los servicios sociales es la puerta de entrada a las demandas más insospechadas que os podáis imaginar. Una vez, juro que es verdad, una psicóloga me llamó indignada porque había que poner una señal de parada de autobús en una determinada calle, para que un niño, con una disminución, que yo ni siquiera sabía que existía, se bajara más cerca de su casa. Pos mu bien, si a mí me parece requetebien, de verdad, pero ¿y si habla con el alcalde, o con el concejal de urbanismo, o con la policía local? Que no, que no, que esto era un caso "social", por eso lo tenía que resolver yo. Pues sí. Voy a dibujar una señal de cartón y la pincho en una farola, a ver si cuela.
Desde entonces, cada vez que alguien le pone el apellido "social" a algo o a alguien ( caso social, familia social, niño social, club social, bueno, éste último no) me pongo en guardia porque se que me van a pasar un muerto que no me toca.


Se aceptan anécdotas...

(PD: En 1985 Barack Obama hizo de trabajador social en zonas conflictivas de Chicago. Yes, we can.)


Alaska, 9 de junio de 2008
PINTURA: DAVID HOCKNEY

miércoles, 4 de junio de 2008

HISTORIAS DEL ALTO ATLAS

Son como el Zipi y Zape de un mundo cada vez más pequeño. Los dos son marroquíes, los dos tienen quince años. Son compañeros de expulsiones del instituto. Y de otras cosas. Roban bicis, que hacen desaparecer misteriosamente, o aparecen en su casa con balones de fútbol del Real Madrid, que cuentan que se encontraron en el río.
Zipi vive con su tío. Sus padres, bereberes que viven en Tetuán, lo mandaron, sin papeles y sin nada de nada, a buscar un futuro mejor en la rica España. Ahora el tío, harto de su sobrino, no quiere llevarlo a Marruecos, entre otras cosas para no reconocer su propio fracaso delante de la familia.

Zape vive con sus padres. Un padre que juega a las máquinas, que pega a su mujer y que no sabe como controlar a su hijo. Cuando voy a su casa, la madre me ofrece té a la menta, y el padre de Zape culpa a Occidente de los males de su hijo, porque allá en Marruecos el niño no haría lo que hace aquí, porque aquí están los niños muy libres, que si patatín que si patatán. Quizás tenga algo de razón, pero la historia de Occidente le sirve para mirar a otro lado y no ver como su familia se derrumba.

Sin embargo, aunque ya comienzan a ser conocidos en Alaska, como lo eran los dos hombres (y un destino); Butch Cassidy y Sundance Kid, , el futuro posiblemente les depara cosas diferentes.
Zipi es muy listo, más listo que el hambre. Sin las ataduras de los padres y con un tío que trabaja todo el día, se lo está pasando en grande. Está jugando, el muy cabroncete. Es Pinocho en la Isla del Placer. Pero eso tiene fecha de caducidad para él. Justo el tiempo en que las orejas comiencen a crecerle en forma de asno. Funciona excelentemente en las actividades extraescolares que le he buscado, es amable, se sabe buscar la vida y cae bien a todo el mundo, aunque sea un pájaro de cuidado. En definitiva, es un crack. Cuando le arreglemos la documentación, será un excelente lo que sea.
Pero Zape es otro cantar. Fuma, bebe, se emborracha. Es débil e infantil. Se deja llevar por el primero que le propone tirarse en un pozo. Es el que se queda colgado y con la mercancía, cuando los otros corren a esconderse. Tiene unos padres, sí, pero él busca desesperado la inseguridad de la calle antes que el infierno que tiene en su casa. En cierto modo, está infinitamente más solo que Zipi.


Cuando Zape viene a verme y charlamos tranquilamente, me pide que busque rap marroquí en Internet. Espero que el trabajo que podamos hacer con sus padres, y con él, y la escuela taller que le espera, y el fútbol, y el seguimiento, y el plan de trabajo, y las mediaciones, y los objetivos educativos, y la metodología, y la evaluación, y los protocolos, y el trabajo en red, y el cariño, y que se yo, lo que haga falta, puedan con él.




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Alaska, un soleado día...PD: ¿Será éste el que hará de Quique o el tipo de detrás? Parece que la cosa va en serio.

lunes, 2 de junio de 2008

EL EFECTO MOSQUITO Y EL MIEDO


El trabajo de educador en servicios sociales es, para el que quiera aprovecharlo, un master en relaciones públicas. En pocos como éste te relacionas en un mismo día con tanta gente, y tan distinta: profesores, políticos, vecinos, médicos, niños, alcaldes, policías. Aprende uno, si se sabe aprender también de los errores, a manejarse en muchas situaciones; no perder la calma, conseguir lo mejor del otro, convencer y a la vez cuidar la relación, escuchar sin interrumpir, manejar una reunión, etc.
Aún así, a pesar del savoir faire acumulado con los años, hay factores externos que escapan al control y que influyen en tu trabajo. Por ejemplo, hoy mismo: "El efecto mosquito", una variante del conocido "efecto mariposa". "El efecto mosquito" dice así: "El zumbido de un mosquito a las cuatro de la madrugada, puede producir un cabreo enorme a la una de la tarde del mismo día". Y es que a esa hora, después de no haber pegado ojo por culpa del maldito díptero, he acabado de mala manera una entrevista que parecía chupada.


* A las dos voy con Teresiña a un domicilio. Me ha pedido que la acompañe porque es la casa de un tío muy raro, más bien agresivo, que vive con un perro más raro todavía.
Por el camino hablamos del tema del miedo en el trabajo, un tema de actualidad. En los últimos meses, algunos energúmenos le han pegado una paliza a un médico y a una profe de Alaska.
Yo he pasado miedo dos veces en todos estos años. Un miedo físico, real. Una coincidió con una retirada de menores. La segunda vez fue la amenaza del exmarido y maltratador de una mujer a la que yo atendía.

Teresiña y yo nos aconsejamos. Coincidimos en que son situaciones excepcionales. Lo más importante es intentar prever estos casos y poder estar en guardia. En ningún caso hacerse el valiente, es preferible buscar siempre la complicidad del compañero de equipo y dejar nuestros conocimientos de tai-jitsu para el tatami. No afrontar el miedo solo, pedir que atienda otro profesional a ese usuario que nos incomoda, o reclamar la presencia y la ayuda de la policía local cuando no lo acabemos de tener claro, son también otras posibilidades. En fin, todo no se puede prever, claro está, miren sino lo que puede provocar un mosquito, pero por lo menos tenemos claro que la integridad del compañero y de uno mismo está por encima de todo.


Las tres. Lleva bozal. El perro, quiero decir. El hombre tiene un aspecto y unas maneras amenazantes que apaciguamos con unos amables y casi onomatopéyicos, bonita casa, bonito tatuaje, bonito perro, bo...bo...bonito del norte... bueno, bos días... señor X... muy...muy amable.

PD. Esta noche juro que me lo cargo. Al mosquito, quiero decir.


Alaska, 2 de junio de 2008.


Pintura: Patricia Cruzat